UN andaluz que combatió a hitler en francia Reconocimiento a un exiliado

El último guerrillero antinazi

  • Setenil (Cádiz) rinde homenaje al superviviente del maquis Cristóbal Andrades

A sus 87 años, Cristóbal Andrades camina, con paso enérgico, por una cuesta de Setenil (Cádiz), buscando con los ojos y con el alma su antigua escuela. La encuentra. Pero ahora es un inmueble muy distinto al de los recuerdos. Han pasado más de 70 años.

Aprendió a escribir y a leer en este pueblo de la sierra y ahora ha viajado hasta él desde su residencia francesa llevando bajo el brazo un libro con las notas de su vida. Una hazaña vital de lucha y compromiso, con historias de gentes que se enlazaron en su camino. Cristóbal Andrades nació en Setenil y es el último superviviente de los guerrilleros que combatieron a los nazis en los Pirineos franceses.

Acaba de reencontrarse con su pueblo. Y con sus gentes. Vecinos que han rendido un emotivo homenaje a su trayectoria por ser un convencido defensor de las instituciones democráticas y el último superviviente de los maquis que consiguieron la rendición de los nazis en el valle francés de d'Ossau, lo que significó el cierre de este paso por los Pirineos.

Fue un episodio que le valió el pasado año para que en Francia lo distinguieran con la Medalla de la Resistencia, instaurada por Charles de Gaulle como reconocimiento a su lucha por la libertad.

Es el último testigo de aquellos combates en esa zona y por eso, dice, tiene la obligación de contarlo a otras generaciones para que no caiga en el olvido. "Muchos republicanos españoles que lucharon en la resistencia no quisieron contarles a sus hijos estas miserias. Ahora vienen sus nietos a preguntarme a mí. Y escribo porque cuando yo falte, ¿quién se lo contará a los míos?", dice este hombre de trato afable.

Todo empezó para él, militante en las Juventudes Socialistas, el día que torturaron a su madre, en Setenil. Querían que declarara el paradero de su marido, miembro de Izquierda Republicana, y de sus dos hijos. Ahí comenzó su devenir como el de millones de represaliados de una guerra cruel y fraticida. Fue un periplo de huidas hacia Málaga y Almería para llegar hasta Barcelona, donde ingresó en 1938 en la Guardia de Asalto. Posteriormente, abandonó el país.

Sufrió las colas de medio millón de almas en pena, de niños, mujeres y soldados por los pasos fronterizos. Se le viene a la cabeza con tanta nitidez como si, en un instante, hubiera regresado a aquel paisaje infame, donde el frío de aquel febrero le hubiera rajado, de nuevo, el cuerpo. "Se quedaron muchos en el camino por los bombardeos de Franco. Al llegar a Francia nos cacheaban como si fuéramos bandidos", narra Andrades.

Pasó cuatro meses en un campo de refugiados y comía cada cuatro días si es que llegaba el pan que repartían. Su padre lo liberó de este campo cambiando la fecha de su nacimientoy Andrades se alistó en la resistencia francesa como vía para derrotar, primero, a Hitler, con el convencimiento de que sería la antesala de la caída de Franco. Formó un grupo de seis guerrilleros en una central eléctrica en Fabréges. De ahí pasaron a formar parte de la Brigada Diez y constituir tres maquis en los Pirineos. Hasta que en 1944 consiguieron la rendición de los nazis que se asentaban en Eaux Bonnes y en Gabas.

La rendición de los nazis sí, la de Franco no. "Estábamos convencidos de que si liberábamos a Europa del nazismo, Franco no se quedaría en España. Pero nos equivocamos", evoca este hombre de talante sostenido que detesta la violencia. Tanto, que recriminó la actitud de unos anarquistas que arrasaron parte del patrimonio religioso del pueblo y logró así salvar la cabeza del Padre Jesús. "No me gusta la destrucción, venga de donde venga. Si hubiera sido una biblioteca habría reaccionado igual", afirma.

Cristóbal deslía su vida sentado en un bar, en medio de unas tazas de café, en el pueblo que le vio nacer. Ojea unas fotos de hace décadas de Setenil en la pared de este establecimiento. Unas de color sepia y otras más recientes. "Son el ayer y el hoy. La dictadura y la democracia", constata el último guerrillero.

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