El pintor de sonidos

No salieron las cuentas

  • Fue una de las noches más raras que he vivido en un teatro. El espectáculo naufragó ostensiblemente, pero la extrañeza de la que hablo mantuvo mi interés hasta el final. O casi el final.

Tenía la certeza de que lo que pasaba en la escena era real. Eso sí, no respondía a las intenciones de los responsables de esta obra. Si el espectáculo no funcionó se debió a esa inusual mezcla entre profesionales y amateurs. Eso hizo que, en ocasiones, el desbarajuste escénico fuera tal, que casi rozaba lo cómico.

Si usted no asistió a la representación, quizá este dato sea suficiente para hacerse una idea del tráfico que se movió en el escenario del Central: según el programa de mano, 37 músicos en la escena. Y 19 temas. Al final fallaron algunas estrellas: Diego Carrasco no compareció y Alejandro Granados estaba sentado en el patio de butacas. Ambos estaban anunciados en el espectáculo desde hace meses. Describir desde el punto de vista musical esta obra es muy difícil. Tuvo momentos brillantes, eso sí, junto a otros más o menos lamentables. A los errores técnicos hemos de sumar, como digo, el hecho de que muchos de los intérpretes no eran profesionales. Entre los momentos brillantes, la intervención de la guitarra eléctrica de Andrés Heredia El Pájaro. O los bailes puntuales de Yolanda Heredia. Los cantes de Encarnita Anillo y esa deliciosa y breve minucia de Gualberto por malagueñas del Mellizo. Por lo demás,  totum revolutum. A la nómina de intérpretes hay que sumar unas proyecciones audiovisuales que aparentemente nada tenían que ver con el contenido de la obra. Fue así muy complicado admirar la música de Nicasio Moreno, tanto al nivel de la composición como de interpretación. Digamos que el descubrimiento de este intérprete como solista queda, con suerte, para más adelante.

Y creo que lo ocurrido el viernes debe servir a Moreno de reflexión: ¿no es extraño que un músico que habitualmente trabaja como escudero de bailaores o cantaores se refugie, en la noche de su debut como protagonista, detrás de tres decenas de intérpretes? No sé si fue inseguridad, timidez, falta de fe en sí mismo o todo a la vez. Lo cierto es que hay una ley que cada vez se hace más evidente: que en el escenario la suma, habitualmente, resta.

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