Crítica 'kon-tiki'

Aventuras con calidad pero sin nervio

Kon-tiki. Aventuras, Reino Unido/Noruega/Dinamarca, 2012, 118 min. Dirección: Joachim Roenning, Espen Sandberg. Guión: Petter Skavlan. Fotografía: Geir Hartly Andreassen. Música: Johan Söderqvist. Intérpretes: Pål Sverre Valheim Hagen, Anders Baasmo Christiansen, Gustaf Skarsgård, Odd Magnus Williamson, Tobias Santelmann.

La famosa gesta del Kon-Tiki sirvió en 1947 al aventurero noruego Thor Heyerdal para demostrar que los primeros habitantes de las islas polinesias procedían del Perú y no de Asia. Para ello, como es sabido porque la aventura se hizo internacionalmente popular a través de la prensa y de un best-seller, reprodujo las condiciones de un viaje nativo en una balsa, tardando 101 agónicos días en recorrer 8.000 kilómetros sirviéndose únicamente del viento y las corrientes. A los directores de esta película la cara aventura de rodarla les ha resultado mucho más cómoda y les ha proporcionado, en principio, mayores beneficios: además de haber roto la taquilla en su país, y visto lo bien que se le dan las cosas del mar, les han encargado la próxima entrega de la serie Piratas del Caribe.

Lo curioso es que en esta Kon-Tiki que les ha abierto las puertas de Hollywood y de una de las más caras y exitosas franquicias producidas en estos últimos años, hay buen cine sólidamente rodado pero carente de garra. Y que sea sosota una película que narra una aventura desmesurada con todos los ingredientes de sed, hambre, tiburones, tormentas, desesperación, heroísmo y sacrificio no dice mucho de bueno sobre sus directores. Supongo que ya les pondrán las pilas en Los Ángeles. Lo más curioso del asunto es que recuperan la más antigua y gloriosa tradición del cine nórdico, la que junto a su atrevimiento erótico lo hizo internacionalmente famoso en los primeros años del mudo: la aventura trágica en espacios naturales abiertos, la lucha entre el hombre y una naturaleza filmada con extraordinario verismo por Stiller o Sjöström. Pero sin la poesía (totalmente ausente) y el sentido trágico (más bien flácido) de aquellos.

Tras un prólogo quizá demasiado largo, en el que no se acaba de perfilar la personalidad del protagonista (lo que no se logrará durante toda la película), pero muy caro y aseado en la reconstrucción de los años 40, se inicia el viaje. Y a partir de ahí sólo nos aguardan algunas maravillas -ballenas, peces fluorescentes que alumbran el mar nocturno- y algunos terrores marinos -tiburones, claro- más la mala leche de la que se va poniendo todo el mundo conforme el hambre, la sed, los escualos y la obsesión del líder aprietan. Todo interesante, hermoso y muy correctamente rodado. Pero sin lograr meter al espectador en la aventura ni hacerle identificarse con los personajes. Sólo en los ataques de los tiburones se logra emoción. Pero también se echa de menos a Spielberg.

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