Premios del Cine Europeo

Carmen Maura, la reina serena

  • La Academia Europea reconoce la maestría de una intérprete que siempre tuvo "la capacidad de ser otra"

Carmen Maura, esta mañana en la ESAD de Sevilla con el profesor Justo Ruiz.

Carmen Maura, esta mañana en la ESAD de Sevilla con el profesor Justo Ruiz. / Víctor Rodríguez

A finales de los años 70, Carmen Maura (Madrid, 1945) interpretó ¡Abre el ojo! de Francisco de Rojas Zorrilla en un espectáculo que dirigía Fernando Fernán Gómez. A Maura, rememora la actriz, se le resistía un monólogo cuando debía interpretarlo en los ensayos. "De verdad que en mi casa me sale bien", prometía ella, a lo que un agudo y picarón Fernán Gómez le respondía: "¡Pues, si quieres, nos vamos a tu casa!". Quizás por ese fragmento del texto, la actuación de Maura no fue bien valorada por los especialistas. "Alguna crítica me puso fatal", evoca la intérprete, "pero no era verdad, porque a Fernando, y a los compañeros, les gustó lo que hice", zanja Maura, que desde entonces, dice, evita detenerse en las críticas "y sólo veo las fotos".

La protagonista de cintas como Tigres de papel, ¿Qué he hecho yo para merecer esto?, La ley del deseo o La comunidad recibe este sábado el Premio del Cine Europeo en reconocimiento a su trayectoria, la tercera distinción que recibía de una EFA que ya había galardonado anteriormente sus trabajos en Mujeres al borde de un ataque de nervios o ¡Ay, Carmela!

Horas antes del homenaje en el Teatro Maestranza, Maura visitó la Escuela Superior de Arte Dramático para compartir con los alumnos su visión nada artifciosa del oficio al que se ha dedicado. "Yo tenía 25 años cuando empecé, por si alguien teme que va tarde", declaró. "A mí me habría encantado venir a una escuela como ésta, por ir con mi carpeta y aprender cosas, pero en cambio hice proyectos como Un sereno debajo de la cama o Supergolpe en Navalcarnero, que a su modo también fueron toda una escuela. Tenías textos imposibles a los que debías dar una verdad", explica.

"En una película estás dos meses obedeciendo órdenes. Si el director es listo, bien, pero ¿qué haces si es tonto?"

A la veterana, confiesa, le ha resultado "más difícil vivir que ser actriz", quizás porque desde pequeña dispuso de "la facilidad para hacer de otra, para jugar". Pero sabe que la profesión también puede ser ingrata porque, seas buena o mala, "dependes de la suerte", por lo que recomendó afrontarlo con "relax". Para sobrevivir en un ámbito como en el de la interpretación, prosigue, importa también el carácter. "Hay que aprender a tragar, a controlar. Hacer una película es pasarte dos meses obedeciendo a alguien. Todo bien si el director es listo, pero ¿y si es un tonto?", plantea.

A sus 73 años y consciente de los privilegios de la edad –"puedo decir lo que me dé la gana y no tengo que demostrar que soy la más lista ni la más tonta"–, Maura derrocha pasión por su carrera sin acercarse en momento alguno a la solemnidad. "Me encanta hacer de enferma mental o de asesina. En una película me cargaba a siete. ¡Qué divertido es eso!", exclama una actriz que no distingue entre géneros. "La comedia hay que hacerla en serio para que la gente se ría. Y, si te fijas, los protagonistas están todo el tiempo sufriendo como en un drama", dice.

"Hoy si ves una serie tienes que ponerte los subtítulos, pero yo le doy mucha importancia a entender cada palabra que digo"

Maura habló asimismo de su larga colaboración con Almodóvar. "Veníamos de educaciones muy distintas, pero coincidíamos en algo: el sentido del humor. Cuando lo conocí, supe que iba a ser importante, porque tenía un talento enorme. Lo de que acabara siendo rico no lo sospeché, ahí sí estuve despistada", bromeó.

En una charla con el profesor Justo Ruiz en la que alumnos de la ESAD interpretaron fragmentos de su carrera –entre ellos de ¡Ay, Carmela!, una de las películas más "felices" de su carrera–, Maura reivindicó la importancia de las palabras. "Hoy si ves una serie tienes que ponerte los subtítulos, y no: es fundamental entender lo que estás diciendo y molestarte en que se entienda". Hablar francés le abrió las puertas del país vecino. "En Francia me dan el mandil, nunca me ofrecen papeles de rica, la verdad, pero mucho mejor, porque no hay que levantarse más temprano para pasar horas en maquillaje", celebra con esa serenidad que le han otorgado los años.

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