Crítica de Cine

Cine circo de primera calidad

Tom Cruise sigue realizando proezas en medio de parajes extraordinarios.

Tom Cruise sigue realizando proezas en medio de parajes extraordinarios. / d.s.

En 1966 fue la inteligentísima y original serie de televisión creada por Bruce Geller para la que Lalo Schifrin compuso uno de los mejores temas jamás escritos para la gran o pequeña pantalla. 30 años más tarde fue la versión cinematográfica de Brian de Palma con Tom Cruise. Muy lograda. Un clásico del cine de acción, incluso: la gota de sudor de Cruise suspendido o la secuencia en el eurotúnel son ya de referencia. Después vinieron la hortera Misión imposible II de John Woo (que tiene sus fans), la más lograda Misión imposible III de J. J. Abrams, la horrorosa Misión imposible: protocolo fantasma de Brad Bird y la mediocre Misión imposible: nación secreta de Christopher McQuarrie. La cosa parecía ir para abajo imparablemente, aunque no en taquilla salvo por el batacazo de la tercera entrega: desde 1996 hasta hoy la franquicia ha producido más de 2.700 millones de dólares. Con la sexta entrega ahora estrenada se ha recuperado el espíritu divertido e inverosímil de De Palma -lo que no quiere decir imbécil y caprichoso como ha sucedido en las últimas secuelas- a la vez que se intuye un taquillazo histórico. Felicidades.

La dirige Christopher McQuarrie, el mismo pegaplanos amigo de Tom Cruise que lo dirigió en la quinta entrega y en aquel disparate llamado Jack Reacher. Pero esto es cine de producción en el que el director es un engranaje más, el guión -escrito por el propio McQuarrie, mejor guionista que director: recuerden su Oscar por Sospechosos habituales- es más consistente en sus juegos con los trampantojos del espionaje que la serie televisiva inventó y, sobre todo, el director se ha inspirado más en los brillantes juegos de ingenio y engaños que hicieron mítica la serie de televisión y tan bien supo aprovechar De Palma (que además de ser muy inteligente mandó reescribir el primer guión contando con el gran Robert Towne, autor de Bonnie y Clide, Los nuevos centuriones o Chinatown, y con David Koeep, colaborador asiduo de Spielberg y De Palma).

En recuperar este encanto juguetón reside el acierto de esta película que, necesariamente, lo exagera y extrema todo. Pero sin perder la gracia y el ingenio original -cuyos fingimientos son homenajeados en la secuencia inicial- entre el fragor de los efectos especiales. Unos traficantes de plutonio con unas curiosas ideas sobre el bien de la humanidad son la excusa. Tampoco importa mucho. Como en el circo, lo que diga el maestro de pista hilvanando los distintos números es irrelevante frente a las proezas de domadores, trapecistas y écuyères. Tom Cruise es el rey de la pista realizando a sus 56 tacos proezas que ni con la ayuda de los efectos especiales podrían hacer la mayoría de los mortales. Los secundarios, de lujo. Los personajes, bien dibujados y con acertadas recuperaciones. Las escenas de acción, apabullantes. Los escenarios -de París y Londres a Cachemira- muy bien explotados. Cine circo de primera calidad. Tal vez la mejor entrega tras la de De Palma.

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