Crítica 'El hombre de las mil caras'

Cloacas perfumadas

El hombre de las mil caras. Thriller, España, 2016, 122 min. Dirección: Alberto Rodríguez. Guion: A. Rodríguez y Rafael Cobos. Fotografía: Álex Catalán. Música: Julio de la Rosa. Intérpretes: Eduard Fernández, José Coronado, Carlos Santos, Marta Etura, Emilio Gutiérrez Caba, Luis Callejo, Tomás del Estal, Israel Elejalde, Pedro Casablanc.

No es fácil encontrar una fórmula que garantice a un tiempo el éxito y el prestigio en el cine español, y Alberto Rodríguez ha conseguido dar con ella (Grupo 7, La Isla Mínima) en la incorporación de la crónica histórica a los moldes del cine de género criminal y policíaco.

Las televisiones privadas, nuevos patrones de nuestro cine industrial, han tomado buena nota del modelo y a él se entregan dentro de unos holgados márgenes de producción en los que lo político ha de ser siempre secundario o directamente invisible en favor del entretenimiento, las atmósferas y un pulcro acabado de look globalizado.

Lejos ya del territorio y los tipos conocidos de sus anteriores películas, El hombre de las mil caras aspira a escarbar en la historia reciente del país (la ETA, los GAL, Roldán, Paesa, el Gobierno de un PSOE nunca nombrado) con la distancia justa para convertir la guerra sucia y las cloacas del Estado en un neutro y a la postre aseado terreno de ficción ideal para los viejos juegos del espionaje, las conspiraciones, las huidas y persecuciones por medio mundo.

Convertida así en un thriller viajero e internacional, la nueva película de Rodríguez tiene mucho menos de indagación histórico-política que de campo de pruebas para el despliegue y la propulsión de una narrativa juguetona que, con claros modelos de referencia, se propone como retrato de gestos y estereotipos clásicos tras los que es difícil entrever los verdaderos olores de una España que, como se dice en algún momento del filme, estaba cerrando uno de sus ciclos más brillantes (sic) de la peor manera posible.

El problema es que, como ya se detectaba en anteriores películas, Rodríguez sigue pilotando su avión con fe ciega en las coordenadas que le marca el guion (basado en la novela de Manuel Cerdán), que tiende una vez más a subrayar y sobreexplicar, ya sea en boca de sus protagonistas o en la voz de un narrador (el amigo fiel de Paesa Jesús Camoes que encarna Coronado), sin confiar demasiado en la memoria o la inteligencia de su espectador.

El hombre de las mil caras planea así a demasiada altura y en modo automático, sin mancharse ni entrar apenas en el contexto de fondo y en los perfiles psicológicos de sus personajes más allá de la -a veces dudosa- caracterización, impulsada por una música constante (De la Rosa se ha ganado el sueldo, qué duda cabe) y haciendo un virtuoso ejercicio de montaje donde, en realidad, no hay demasiada sustancia que ensamblar.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios