A land imagined | Crítica

Crónica de una desaparición

  • Disfrazado de 'noir' y deudor del mejor cine asiático de autor, el filme de Yeo Siew Hua propone una fascinante observación del paisaje industrial de Singapur y su reverso fantasmal.  

Una imagen del filme de Yeo Siew Hua.

Una imagen del filme de Yeo Siew Hua.

Desde Singapur, ganadora del Leopardo de Oro en Locarno 2018, A land imagined llega milagrosamente a la cartelera española para abrirse a los misteriosos y sensuales senderos de una pesquisa policial que esconde muchos más estímulos que los de la mera búsqueda de un trabajador desaparecido en una zona industrial.

Yeo Siew Hua parece haber asimilado y aglutinado los modos y formas de algunos de los cineastas asiáticos más importantes de las últimas décadas, de Wong Kar wai a Apitchapong Weerasethakul, de Hou Hsiao Hsien a Jia Zhangke, en esta fascinante historia sin rumbo cierto que se convierte también en documento de un espacio de connotaciones antonionianas en la costa de Singapur, un espacio ganado al mar pero perdido para el hombre, convertido aquí en mano de obra ilegal, explotada y apátrida para la construcción de un sueño de progreso que parece haber borrado toda huella de la Historia.

Es ahí, en ese no lugar de trabajo duro, hacinamiento y cibercafés con luces de neón, donde se cruzan sin apenas tocarse las tramas de un policía solitario y taciturno y un trabajador chino que busca refugio en la compañía de un colega de Bangladesh y una joven prostituta para escapar de su insomnio, sus pesadillas y fantasmas. Siew Hua releva y funde los dos tiempos de este relato que tiene más de onírico y alucinatorio que de verdadero suspense o crítica social, por más que los elementos de género y la denuncia de las condiciones de trabajo atraviesen la película.

Lo que queda al fin es ese ambiente enrarecido y extrañado sobre un paisaje industrial nocturno y espectral en el que apenas quedan rincones para las relaciones humanas, un territorio suspendido de aluvión, desplazado e indeterminado en el que las historias personales pueden quedar sepultadas para siempre.