Crítica de Cine

Después de la revolución

Una imagen de la más que interesante película de Mohamed Ben Attia.

Una imagen de la más que interesante película de Mohamed Ben Attia.

Con el aval de los hermanos Dardenne en los créditos de producción, el debut de Mohamed Ben Attia nos lleva al Túnez contemporáneo después de la Primavera de 2011 y de los atentados contra turistas de 2015, para acercarse y seguir al Hedi del título, un treintañero empleado de la Peugeot al que atenaza una profunda crisis personal los días antes de su matrimonio concertado.

Ben Attia aplica una distancia corta sobre el personaje, lo sigue de cerca en sus desplazamientos de trabajo, en sus citas con su prometida, en sus reuniones familiares, y apenas necesita de una pequeña atención a los detalles para traslucir el desencanto y la asfixia de un joven desubicado entre la tradición, el enorme peso e influencia de su madre y su familia y los anhelos de un cambio de aires apenas apuntados en los recientes tiempos revolucionarios.

Pero será durante su estancia en el hotel de una ciudad cercana donde conozca a una joven que será el disparadero de sus deseos de cambio, la catalizadora no sólo de un amor romántico, rodado por Ben Attia con prodigiosa contención antirromántica, sino de la posibilidad de escapar del círculo vicioso de la rutina y la vida programada.

Hedi se ofrece así como un retrato seco y descarnado de un intento (frustrado) de liberación al tiempo en que registra el pulso de una sociedad y una cultura aún en la encrucijada del atraso y la modernidad, elementos que, en todo caso, están siempre filtrados por la mirada triste y el gesto siempre trémulo de su protagonista, a quien el joven Majd Mastoura presta una interpretación extraordinaria que parece decirlo todo, o casi todo, con los ojos y el cuerpo.

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