Crítica 'La chica

Éxito editorial precocinado

la chica del tren. Thriller, EEUU, 2016, 112 min. Director: Tate Taylor. Guión: Erin Cressida Wilson (Novela: Paula Hawkins). Música: Danny Elfman. Fotografía: Charlotte Bruus Christensen. Intérpretes: Emily Blunt, Rebecca Ferguson, Haley Bennett, Luke Evans, Edgar Ramirez, Justin Theroux, Allison Janney, Lisa Kudrow, Laura Prepon, Lana Young, Nicole Bonifacio.  

En 2015 La chica del tren vendió cinco millones de ejemplares en seis meses y se mantuvo veinte semanas en la lista de libros más vendidos del New York Times, salvando a su autora, Paula Hawkins, del fracaso en el que vivía inmersa escribiendo novelas románticas. El cine, que desde sus inicios narrativos no deja que se le escape ningún best-seller, ha acrecentado la fortuna de su autora al disputarse los derechos para su adaptación. Que la novela no fuera una gran cosa no hipotecaba necesariamente el resultado de la película. Una cosa es la literatura y otra el cine. El Padrino de Mario Puzo era bastante elemental y a partir de ella construyó Coppola dos obras maestras (rematadas, eso sí, por un churro final que parecía una parodia de las dos anteriores). Lo que ha hipotecado el regular resultado de la adaptación de este superventas es el limitado talento de Tate Taylor, que ya cosechó el éxito con su correcta adaptación de otro best-seller: Criadas y señoras. En este caso también actúa con mecánica corrección, pero eso no basta para sacar adelante un thriller cuya confusión original se ha aumentado innecesariamente en su trasvase a guión. Demasiados (además de gratuitos) planos narrativos y juegos temporales para Taylor.

Una divorciada alcohólica imagina la vida de la pareja que ve desde el tren y se obsesiona con la nueva vida de su ex marido y su nueva esposa. Dos fabulaciones de un ser al que la tristeza ha desquiciado y que tal vez (reservemos el suspense) estén lejos de lo que ella da por supuesto. El retrato de personajes devastados funciona gracias a las muy buenas interpretaciones de Emily Blunt -sobre todo-, Rebecca Fergusson y Haley Benett. Como demostró en Criadas y señoras Taylor es un buen director de actrices. En cambio, la trama de suspense, débil y forzada ya en el origen novelístico, se le va por completo de las manos. El resultado es una película entretenida, pese a su confusa narración, realzada por buenos trabajos interpretativos y lastrada por un director que no ha sabido ir más allá de las limitaciones del texto que adapta a partir de un discutible guión de la sobrevalorada Erin Cressida Wilson (Secretary, Chloe, Retrato de una obsesión). Queriendo ser compleja es confusa, queriendo ser desoladora es fría y queriendo crear suspense se desliza al efectismo.

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