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Crítica 'Lejos de los hombre'

Entre Ford y Camus: un western ético

lejos de los hombres. Drama, Francia, 2014, 110 min. Dirección y guión: David Oelhoffen. Fotografía: Guillaume Deffontaines. Música: Warren Ellis y Nick Cave. Intérpretes: Viggo Mortensen, Reda Kateb, Djemel Barek, Vincent Martin.

John Ford y Albert Camus reunidos en un western que se desarrolla lejos de los marcos cronológicos y geográficos del género, en la Argelia de 1954, el inicio de la guerra franco-argelina. Una apuesta de tanto riesgo como excelentes resultados. Un maestro de escuela francés que trabaja en un pueblo perdido de la Argelia francesa debe conducir a un asesino confeso para entregarlo a las autoridades, atravesando un paisaje devastado. Les acosan exteriormente los familiares de la víctima, los argelinos insurgentes y los colonos exaltados. Les acosan interiormente los miedos, fantasmas y esperanzas de dos hombres al borde del abismo.

El ejemplar guión se basa en el relato corto de Albert Camus El invitado, incluido en el volumen El exilio y el reino publicado en 1957, en plena guerra de Argelia. Quien tan caro pagó su amor a su Argelia natal y a Francia volcó en este relato su desgarro. El profesor es francés, por lo tanto un colonizador; pero también un maestro, por lo tanto quien lleva a aquellas tierras lo único positivo de la colonización: la escuela pública laica de la República francesa que Camus tanto amó (recuérdese la carta que dirigió a su maestro de infancia cuando le concedieron el Nobel). Se siente francés por cultura y argelino por su pasión hacia aquellas tierras duras y esenciales. El árabe que debe conducir a su muerte segura es para él un enigma y un semejante, un extranjero en su propia tierra, un vencido tentado por el fatalismo. Es como si en este relato el protagonista de El extranjero se desdoblara en dos caracteres.

El guionista y director David Oelhoffen, autor de una breve obra (dos títulos, éste y la excelente Reencuentro, en siete años) del que tras esta película cabe esperar mucho, ha sido capaz de dilatar el breve relato y alterarlo profundamente sin traicionarlo, siendo siempre fiel al espíritu de Camus. Y ya se sabe que en cine, como en religión, el espíritu vivifica y la letra mata. Es admirable su talento para combinar la espectacularidad dramática del paisaje y el estudio psicológico de los personajes, para abordar cuestiones de extrema complejidad histórica, política y ética con una aparente simplicidad y contención expresiva lindantes con la imagen ascética.

Hace pocos días volvía a ver Conspiración de silencio, ese buen film de Sturges que el genio fotográfico de William C. Meyor alza a obra maestra al convertir el desierto es un personaje dramático. Esta misma fuerza -o la de Winton C. Hoch en Centauros del desierto, la de Freddie Young en Lawrence de Arabia o la de Robert Elswit en Pozos de ambición- tiene la dirección fotográfica de Guillaume Deffontaines al convertir el desolador y áspero paisaje en un personaje trágico. Viggo Mortensen realiza uno de los mejores trabajos de su carrera, un prodigio de sobriedad, y Reda Kateb se afirma como uno de los grandes nombres del cine francés. Si le suman una creativa banda sonora de Nick Cave y Warren Ellis, sólo les queda una decisión que tomar: ver esta gran e inteligente película.

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