Este año, los inminentes Oscar -se otorgan el próximo 27 de febrero- tienen la oportunidad de premiar a gente a los que la estatuilla lleva años rondándole sin que haya acabado en sus estanterías. Puede pasar con los grandes favoritos a priori, avalados por lo ocurrido en los Globos de Oro. David Fincher por La red social, Colin Firth, que se lo está llevando todo con su tartamudo monarca de El discurso del rey, y Natalie Portman, cuyo Cisne negro se estrena hoy. Además de ella, el film del controvertido Darren Aronofsky ha recibido otras cuatro candidaturas, incluyendo película y director.

Próxima a un escaso 30 cumpleaños, Natalie Portman ha superado un escalón que puede ser dramático para un actor, pasar de ser una estrella infantil a la madurez, tránsito donde la mayoría derrapa. Curiosamente, coincide en esto con otro nominado al Oscar este año, Christian Bale. La pequeña Portman deslumbró con 12 años en León el profesional y con 14 en Beautiful Girls. A raíz de ahí ha desarrollado una carrera impecable, jalonada por títulos como Heat o A cualquier otro lugar, donde era capaz de comerse en pantalla a Susan Sarandon, Closer, V de Vendetta, etc. Pasó al cine espectacular encarnando a la princesa Amidala en la nueva saga de La guerra de las galaxias y se permitió el lujo de rechazar papeles en la nueva versión de Lolita y en La tormenta de hielo por no convencerle. También estuvo por España rodando la fallida Los fantasmas de Goya. Esto puede culminarse en breves días con el ansiado Oscar.

El film que puede otorgárselo lo firma uno de los directores americanos más inclasificables, Darre Aronofsky, que siempre ha ido por libre. En 1998 fue reconocido en Sundance por su primer film, convertido en obra de culto, la densa Pi. Luego rodó Réquiem por un sueño, La fuente de la vida y empezó a despuntar industrialmente hace tres años con El luchador, que llegó a la final de los Oscar y tuvo la virtud de devolver al mundo de los vivos a Mickey Rourke. Ahora presenta una compleja historia que mezcla danza, rivalidades profesionales y locura, centrada en la frágil presencia de Natalie Portman, que no está sola en el reparto. La joven Mila Kunis es su rival, y el francés Vincent Cassel es el coreógrafo del espectáculo que van a protagonizar las dos. Cisne negro recupera también a dos actrices que estaban perdidas últimamente. Barbara Hershey como la madre de la protagonista y Winona Ryder, que nunca pudo superar cara a la industria sus problemas de cleptomanía.

La historia del film nos presenta a una bailarina de una compañía de Nueva York que vive completamente absorbida por la danza. Es apoyada por su madre, compañera de profesión retirada que ve cómo su hija tiene la posibilidad de llegar a donde ella nunca pudo. La oportunidad viene cuando es llamada para sustituir a una estrella del gremio en un montaje de El lago de los cisnes, de Tchaikowsky, pero pronto tendrá una gran rival en otra joven bailarina. El problema es que el director quiere que la elegida pueda hacer los dos papeles principales, el del cisne negro y el cisne blanco, lo que lleva a una gran competencia entre las dos. Al mismo tiempo, empieza a tener problemas de alucinaciones, lo que parece indicar que le está afectando emocionalmente su situación en el ballet.