Crítica 'Steve McQueen: The man & Le Mans'

Rebelde, rápido y fuera de control

steve mcqueen: the man & le mans. Documental, EEUU, 2015, 116 min. Dirección y guion: Gabriel Clarke y John McKenna. Fotografia: Matt Smith. Música: Jim Copperthwaite. Con: Steve McQueen, Chad McQueen, Neile Adams, Jonathan Williams, Alan Trustman. 

Presentado en Cannes Classics en 2015, este documental se adentra en el épico desastre que rodeó Las 24 horas de Le Mans (1971), la película con la que Steve McQueen, por entonces en la cima de su carrera y al mando de su propia productora, quiso pasar a la posteridad como algo más que la gran estrella rubia de los ojos azules rindiendo homenaje a una de sus grandes pasiones, las carreras de coches.

Clarke y McKenna recuperan buena parte del metraje descartado y inédito de aquel accidentado rodaje francés, dan voz a McQueen en algunas entrevistas de archivo y recogen testimonios de los pilotos, la esposa y el hijo del actor (que acabaría siendo piloto y tendría un grave accidente en Daytona) y otros colaboradores y amigos para tejer un entretenido thriller documental que va desvelando poco a poco los entresijos de una producción que arrancó sin guion ni trama, se alargó y encareció más de la cuenta, cambió de director (John Sturges por Lee Katzin) sobre la marcha, puso en práctica grandes innovaciones técnicas para "romper la barrera del cine" y se vio salpicada por varios accidentes, uno de los cuales le costó la pierna al piloto británico David Piper.

Pero sobre todo este trabajo deja entrever el carácter de McQueen en un Hollywood y una época cambiantes, su carácter empresarial y visionario, su pasión y los contratiempos por sacar adelante una película que, en aras del realismo, proyectaba su propia filosofía vital en un mundo marcado por el dinero y la sumisión a las reglas.

Clarke y McKenna tal vez hinchen el metraje, en ocasiones algo redundante y con cierta tendencia a airear trapos sucios, pero su trabajo revela un tiempo de transformaciones y retrata a un hombre de carácter y contradicciones que, en última instancia, moriría demasiado joven (en 1980, con apenas 50 años), quién sabe si como consecuencia de sus propias pasiones adictivas. Y lo más importante, invita a volver de nuevo sobre aquella película incomprendida, hoy de culto, para verla no tanto como una ficción sino como un documental sobre el propio McQueen y su gran pasión por los coches.

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