EIFFEL | CRÍTICA DE CINE

Entre 'Titanic' y 'Moulin Rouge'

Romain Duris encabeza el reparto de la cinta.

Romain Duris encabeza el reparto de la cinta.

Lo mejor de esta cara película que narra el proyecto y construcción de la torre Eiffel en paralelo a la imprescindible historia de amor y pasión en dos momentos distintos de la vida de su autor, es la reconstrucción del París que se prepara para la Exposición Universal de 1889. Una ciudad ya en gran parte modernizada por las gigantescas reformas del barón Haussmann pero en la que aún perviven elementos de la medieval y sobre todo de la del Grand Siècle. En pugna con Londres, la Exposición Universal quería representar el poderío político, económico e industrial del imperio colonial francés.

Los muchos millones invertidos en una producción que ha tardado 20 años en cuajar y la perfección de los efectos digitales logran que se tenga la sensación de estar visitando aquella ciudad brutal e inteligentemente transformada, y aún en proceso de transformación, sobre la que se elevaría la gigantesca estructura de hierro que tuvo los más distinguidos enemigos: Maupassant, Bloy, Gounod, Dumas, Verlaine o Huysmans clamaron contra lo que se llamó "la deshonra de París". Se equivocaron -y su error ha servido desde entonces para justificar toda tropelía arquitectónica y urbanística posterior- y la gigantesca estructura en principio efímera se convirtió en el símbolo de París.

Además de este caro y bien logrado viaje al París de la década de los 80 la película narra con eficacia las circunstancias de construcción de la torre -desde la negativa inicial de su autor a las polémicas y su éxito final- ofreciendo como anzuelo taquillero la tormentosa historia de amor prohibido y de pasión desatada de Eiffel con una señora -no hagan bromas taurinas, por favor- que según la película dio forma a la torre con la inicial de su nombre, Adrienne.

Esto podría haber sido un lastre para la espectacular reconstrucción de París y la épica de la construcción de la torre, pero los actores salvan los muebles. No solo el dúo protagonista -Romain Duris y Emma Mackey- también la excelente galería de secundarios Pierre Delandonchamps, Alexandre Steiger o Armande Boulanger. Gracias a ellos, y pese a cierto tufo entre Titanic y Moulin Rouge, la cosa funciona si no se pone uno muy exigente. La historia de amor postiza y la inspiración que supone para la torre (eterna tentación de los biopics de convertir la anécdota inventada en categoría) no estropea del todo la más interesante crónica de la construcción del arrogante y genial monumento a la ingeniería francesa.

El realizador Martin Bourbon, hasta ahora conocido por el éxito de su comedia Papá o mamá y su secuela, ha encontrado su camino. Tras este biopic se ha embarcado en un díptico igualmente espectacular y caro sobre Los tres mosqueteros. ¡La grandeur!Romain Duris interpreta esta producción francesa dirigida por Martin Bourboulon.

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