Dune | Crítica

Villeneuve y el 'blockbuster' de autor

Una imagen de la película.

Una imagen de la película. / D. S.

Denis Villeneuve, la gran promesa del cine canadiense, el autor de Maelström, Polytechnique o Incendios que saltó a Hollywood con la muy estimable Prisioneros y la soberbia Sicario, incurrió después en la no desdeñable y muy elegante, pero hueca bajo su estupendo aparato formal, La llegada y en la aún más hueca Blade Runner 2049. Tras afirmarse en Canadá como un autor, en sus dos primeras películas hollywoodienses demostró ser capaz de adaptarse a un universo y un momento de la historia del cine comercial poco propicio al desarrollo de proyectos personales de gran presupuesto. Sin embargo, con su trilogía de ciencia-ficción parece haberse convertido en un estilista y un calígrafo que, como Christopher Nolan, pretendiera resucitar las superproducciones de autor de los años 60 y 70 -desde Lean a Coppola pasando por Kubrick- que unen espectacularidad, reflexión y sello personal.

Desde luego parece no temer a los desafíos al regresar al universo de Blade Runner y atreverse con Dune, la extensa obra de Frank Herbert (seis volúmenes a los que tras su muerte se han añadido dos trilogías), tan reverenciada por varias generaciones de fieles como capaz de tragarse a quien intente llevarla al cine, como pueden atestiguar el extravagante Alejandro Jodorowsky y el también extravagante, pero más cuerdo y sobre todo más y mejor director, David Lynch (Ridley Scott, seleccionado en principio para dirigirla, tuvo la cordura de quitarse de enmedio). El éxito de crítica y taquilla de la también considerada infilmable El Señor de los Anillos debió animar a Villeneuve a plantearse el abordaje de la extensa y argumentalmente compleja obra de Herbert. 

Dune se mueve entre la ciencia-ficción distópica con lección para el presente y las complejas sagas de la fantasía heroica. Al medirse parcialmente con ella (porque corta abruptamente dejando en el aire una continuación que depende del éxito de esta primera entrega), Villeneuve ha extremado lo ensayado en Blade Runner 2049: una técnica y/o táctica que aúna el aplastamiento visual y sonoro por elefantiasis de los elementos representados y una elegante frialdad en los mecanismos de puesta en imagen. El choque es interesante. ¿Es una buena adaptación de la novela? Y, lo que es más importante, ¿es una buena película? A lo primero casi todos los dunólogos han contestado afirmativamente. A lo segundo no es fácil contestar.

Visual y sonoramente apabullante, incluso hasta la demasía, está a la vez inteligentemente enfriada por un elegante distanciamiento. Narrativamente inteligente pese a lo intrincado de la trama y la sobreabundancia de personajes, clanes o dinastías, al final el espectador no dunófilo se entrega al espectáculo elefantiásico sin enterarse muy bien de lo que está pasando o de quien es quien. Y sin que importe mucho. Une hábilmente, en fidelidad a la novela, lo más fantástico y la realidad, permitiendo un ejercicio de evasión en un mundo fantástico sin mala conciencia de huir de la realidad al tomar la forma de una parábola que reflexiona sobre el presente. No es una película vulgar. Pero tampoco emocionante. No es un juego de efectos especiales a lo Marvel. Pero tampoco es 2001. Ni tan siquiera Interstellar. Lo digo porque cada vez parece más claro que Villeneuve quiere ser Nolan.

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