Crítica de Cine

No copiarás a Ozu en vano

Una imagen de la desafortunada película del veterano cineasta japonés Yoji Yamada.

Una imagen de la desafortunada película del veterano cineasta japonés Yoji Yamada.

A sus 86 años, el japonés Yoji Yamada es posiblemente uno de los cineastas más veteranos y prolíficos en activo. Más de 80 títulos avalan una trayectoria iniciada a comienzos de los años 60 en Shochiku al frente de las populares comedias de Tora-San, un carrera que tuvo en frontera del siglo, con sus sucesivas entregas de jidai geki como El ocaso del samurái o La espada oculta, un resurgir internacional que lo ha acompañado hasta nuestros días, al menos en España, con el estreno regular de cada una de sus nuevas películas.

La última tanda, Nagasaki: recuerdos de mi hijo, La casa del tejado rojo y esta Maravillosa familia de Tokio, viene avalada por la reescritura nostálgica del shomin geki (drama contemporáneo y urbano sobre la familia de clase media) y por el homenaje explícito al maestro Yasujiro Ozu. Yamada recurre precisamente a las imágenes de Cuentos de Tokio, de la que ya hizo un remake literal en Una familia de Tokio, para subrayar aún más si cabe la condición de remedo y forzada actualización del espíritu, los ambientes y las tramas de aquellas películas, a saber, el escrutinio, aquí con un dispositivo formal discreto y meramente funcional, de las relaciones entre padres, hijos, hermanos y hermanas a propósito de una familia que vive su crisis particular cuando la madre anuncia al marido que quiere pedir el divorcio después de 40 años de matrimonio.

Yamada se muestra romo y plano, desganado incluso, a la hora de dispersar las tramas a través de los personajes, y apuesta por un conservadurismo ramplón y un tono cándido, ligero y blanco, no sólo en su mirada reaccionaria a los valores familiares (a pesar de los pesares), sino también en unas formas superficiales y acartonadas que, por supuesto, nada tienen que ver con el sentido ritual de la puesta en escena, el tiempo, el espacio y la búsqueda de trascendencia en los gestos cotidianos de las magistrales cintas de Yasujiro Ozu.

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