Cadejo blanco | Crítica

Dentro de la mara

Karen Martínez en una imagen de 'Cadejo blanco'.

Karen Martínez en una imagen de 'Cadejo blanco'.

Desde Guatemala, tras su paso por el Festival de Málaga y con una nominación a los Premios Ariel del Cine Latinoamericano, Cadejo blanco nos trae la historia del viaje infiltrado al interior de una mara de una joven que intenta encontrar a su hermana desaparecida.

El norteamericano Justin Lerner (Girlfriend, The automatic hate) parece conocer bien el terreno local por el que se mueve, asume rostros y acentos singulares, la mayoría de ellos no profesionales, y se cuida de no romantizar en exceso el mundo criminal en un filme que tiene más mimbres de crónica observacional que de relato trazado, al menos en la distancia sobre unos hechos que responden casi siempre a unas dinámicas veraces y no tanto a los impulsos de la escritura.

Tanto es así que se diría que Cadejo blanco respira las propias incertidumbres, temores y descubrimientos atroces de una joven, extraordinaria Karen Martínez, capaz de asumir las dinámicas de violencia y deshumanización que rigen estos grupos de chavales sin esperanza conscientes del escaso valor de sus vidas en la vorágine de la extorsión, la rivalidad entre clanes y el ojo por ojo.

Lerner abre así a fuego lento y sin demasiadas palabras ni explicaciones un viaje incierto que no hace prisioneros ni concede demasiadas expectativas de llegar a buen puerto. Por el camino, Cadejo blanco nos ha enseñado con pregnancia realista y buenos y equilibrados gestos de puesta en escena un universo con leyes e identidad propias donde una pequeña mujer coraje apenas puede abrirse paso para sobrevivir entre el azar y la astucia.