El hombre perfecto | Estreno en Amazon Prime

El algoritmo del amor

Dan Stevens y Maren Eggerts en una imagen de 'El hombre perfecto'.

Dan Stevens y Maren Eggerts en una imagen de 'El hombre perfecto'.

La literatura y el cine han proyectado en el androide una suerte de espejo tecnológico en el que mirar hacia el interior o filosofar sobre la condición humana. De los replicantes con conciencia de caducidad de Blade runner a las fábulas apocalípticas Black Mirror, el robot, la máquina y el androide terminan por rebelarse como síntoma de los peligros éticos de toda tentación de divinidad.

Algunos de estos asuntos, observados ahora desde las viejas dinámicas del amor y sus variaciones, emergen en este Hombre perfecto desde una originalísima y liviana perspectiva en clave de comedia romántica de corte clásico y feminismo amable para estos tiempos de amor líquido y aplicaciones de citas: un filme delicioso, adaptación de la novela Emma Braslavsky, con el que Maria Schrader, directora de la extraordinaria Stefan Zweig, adiós a Europa, aborda la naturaleza del enamoramiento, la proyección de las fantasías o las frustraciones y autoengaños sentimentales en el divertido juego de seducción y resistencia entre una antropóloga de mediana edad y el apuesto y elegante androide diseñado a su medida estadística con el que tendrá que pasar tres semanas en un experimento piloto.

Filmada en un Berlín tan geométrico como cálido, la película despliega las etapas y vaivenes de una relación improbable donde el proyecto de la satisfacción del deseo y la complejidad imprevisible de lo humano colisionan en clave casi musical. El guion eleva también su sustrato universal en el contexto del museo, en las visitas al padre o los recuerdos de una infancia que, a la postre, resuenan como arcadia idealizada para una mujer en plena crisis personal.

Todo fluye y todo encaja a través de una inteligente y limpia puesta en escena que exprime la comedia en los pequeños gestos y un sutilísimo sentido del gag. Aunque ningún efecto cómico más especial ni poderoso que los dos intérpretes que sostienen su dialéctica, una Maren Eggert lúcida, serena y contenida y un extraordinario Dan Stevens capaz de no pestañear, moverse y pensar como una auténtica creación del algoritmo de la impostada perfección masculina.