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Jaula | Crítica

Terrores domésticos

Avalado por la productora de Álex de la Iglesia, el primer largo de Ignacio Tatay arranca materializando literalmente el legendario encuentro en la carretera con la niña de la curva para establecerse pronto como un intrigante estudio del terror doméstico y las ansiedades maternales que remite además a algunos conocidos y siniestros episodios de desapariciones y secuestros de niños en la reciente historia criminal europea.

Estamos por tanto en un territorio fronterizo entre géneros que Tatay resuelve con efectividad y contención sacando un especial partido a la casa familiar de la pareja que interpretan Elena Anaya y Pablo Molinero como espacio laberíntico y simbólico que a la postre resuena en esa otra casa donde, no desvelaremos nada, se consuma el quiebro del foco narrativo y la explicación de los extraños acontecimientos que rodean la aparición, la identidad y el origen de esa niña que apenas habla mientras dibuja líneas de tiza en el suelo como marcas para desplazarse.

No escapa Jaula a algunos golpes de efecto propios del thriller contemporáneo, pero la sobriedad de su puesta en escena y la apuesta por lo verosímil dentro del molde genérico juegan siempre a favor de su paulatina incursión en el lado más oscuro de los miedos y los traumas y las relaciones vecinales.