La voluntaria | Crítica

Ayuda humanitaria, fracaso personal

Carmen Machi y el niño  Hamam Aldarweesh-Almanaweren una imagen del filme.

Carmen Machi y el niño Hamam Aldarweesh-Almanaweren una imagen del filme.

Tras Mediterráneo, La voluntaria es la segunda película española reciente que nos lleva hasta Grecia para hablar de los refugiados que llegan a Europa desde Siria y otros países en conflicto. Afortunadamente, el tono y el enfoque de esta segunda no tiene ninguna voluntad de ensalzar a toda costa la labor humanitaria de las ONG que han tomado cartas en el asunto. Más bien al contrario, la mirada Nely Reguera (María y los demás) afronta las complejidades y contradicciones, también las morales, de estas situaciones y pone su foco en el retrato íntimo de una mujer madura, médico jubilada, que llega con todas sus buenas intenciones y su inglés macarrónico a un campo de refugiados para echar una mano para encontrarse pronto con las dinámicas burocratizadas de un modelo de gestión que pone en evidencia su propia ineficacia.

Partida en dos, La voluntaria describe primero ese proceso de llegada y la vida en el campamento, donde nuestra protagonista, una Carmen Machi una vez más extraordinaria, choca en sus propósitos con los protocolos que rigen la labor de los demás voluntarios. El guion insiste aquí a veces demasiado en subrayar esta situación (véase al personaje que interpreta Itsaso Arana) y la película se nos revela a veces como un artefacto demasiado escrito y dirigido.

Sin embargo, es en su segundo tramo más libre y abierto, en el que nuestra protagonista escapa y deambula por las calles de Atenas con el niño sirio al que ha cogido especial cariño, cuando el filme se abre a una veta levemente rosselliniana que ya se apuntaba en el horizonte: Machi se convierte entonces en una suerte de Ingrid Bergman (Europa 51) que lucha sus propias batallas internas contra la conciencia (burguesa), su pasado y experiencia como madre y ese brote de insensatez que lleva sus actos al límite. La voluntaria nos recuerda entonces también a la extraordinaria La profesora de parvulario de Lapid, donde la maestra se llevaba lejos al niño poeta intentando rescatarlo de la brutalidad del mundo.

La cinta de Nely Reguera no vuela tan alto en su capacidad fabuladora o en sus formas cortantes, pero consigue construir e insuflar una extraña emoción genuina y sin artificios a esa huida (interior) hacia adelante inevitablemente destinada al fracaso.