Mi guerra favorita | Estreno en Movistar+

Una infancia soviética

Una imagen de la cinta de animación letona de Ilze Burkovska-Jacobsen.

Una imagen de la cinta de animación letona de Ilze Burkovska-Jacobsen.

Ayer Josep, hoy Mi guerra favorita; dos películas de animación europeas que indagan en la memoria histórica y la autobiografía, dos muestras adultas de que un lenguaje puede consagrarse a indagar en las páginas más oscuras del siglo XX, sublimar el dolor y trascender lo personal en un gesto liberador.

Desde Letonia, narrada en primera persona por su propia autora, Ilze Burkovska-Jacobsen, Mi guerra favorita viaja a las últimas dos décadas del periodo soviético para contar la historia de la nación báltica desde la mirada de una niña que crece entre la memoria familiar, la doctrina y la disciplina del partido comunista y la imaginación y la toma de conciencia como vías de escape y afirmación ética ante una realidad de dogmas, uniformes, desfiles y arquitecturas deshumanizadoras.

Mi guerra favorita deja entrar por los huecos de su original y minimalista iconografía pop, que puede recordar el trazo o la paleta de colores de un Wes Anderson, algunos momentos documentales y personales que dialogan de manera fructífera con su diseño animado, en una muestra más de que la hibridación de lenguajes es a veces el mejor camino para superar las limitaciones de unos y otros. Al fin y al cabo, lo familiar, lo íntimo y lo histórico, también lo poético y lo onírico, se anudan en este filme como lo hacen ese pasado falsamente idealizado de la lucha contra los nazis en la Segunda Guerra Mundial y los estertores del régimen comunista, la caída de sus falsos mitos y la refundación democrática de una nación que volvió a caminar hacia su propio futuro desde los años 90.

De todo ello da cuenta un filme de hermosa superficie visual y con narrativa en forma de collage que, a pesar de su voluntad a veces en exceso didáctica y explicativa, se suma con honores a esa selecta lista de títulos que, como Persépolis, Vals con Bashir, Las golondrinas de Kabul o Un día más con vida, han hecho del pasado siglo y sus vergüenzas materia de primer orden para la fabulación en primera persona y el gesto político a través del lenguaje animado.