' Las invisibles' | Crítica

La comedia como denuncia eficaz

Noémie Lvovsky, una de las protagonistas de 'Las invisibles'.

Noémie Lvovsky, una de las protagonistas de 'Las invisibles'.

En Discount (2014) era la lucha de las empleadas de un supermercado contra la automatización que amenazaba sus empleos; en Carle Matthieu, la de una médico de empresa contra la presión laboral que acosa a los empleados causando suicidios; y ahora, en Las invisibles, la de las trabajadoras sociales de un centro de acogida para mujeres amenazado de cierre, lo que las llevará a ejercer una muy cívica desobediencia civil.

El cine de Louis-Julien Petit, que sobre todo con esta última película se está convirtiendo en uno de los realizadores franceses con más éxito (el Loach francés le han llamado), trata, ya sea en clave de comedia o de tragedia, de la lucha contra las injusticias cotidianas, de la resistencia frente a lo que parece obligado por las circunstancias, de lo que una persona o un pequeño grupo puede hacer para cambiar las cosas. Es una forma casi siempre amable de cine de denuncia.

¿Eficaz? Imposible saberlo. Porque imposible es saber hasta qué punto una película puede hacer tomar conciencia y -lo más importante- que ello afecte a los comportamientos. O si solo van a ver este tipo de películas los convencidos. En cualquier caso es bueno que los problemas de la realidad aparezcan en la pantalla y que se aborden con lo que podría llamarse optimismo progresista. Sobre todo si -como en este caso- a los buenos propósitos se une el buen cine.

La película es amable sin ser blanda, divertida sin ser frívola, positiva sin ser superficial

Petit sigue unas huellas muy reales. El origen de su película está en el documental televisivo Mujeres invisibles, sobrevivir en la calle de Claire Lajeunie, que posteriormente convirtió en el libro Por el camino de las invisibles, mujeres en la calle. Sobre ellos ha construido el guion y dirigido la película intentando darle un aire documental reforzado por la mezcla de actrices profesionales y no profesionales -en concreto mujeres que han conocido la experiencia de vivir en la calle- en la más pura tradición realista. La elección de tono de comedia reivindicativa es un acierto porque invita a mirar, atrae al público mayoritario sin falsear la materia que trata.

Está el peligro del blanqueo de conciencias que siempre acecha a este tipo de películas (las llamadas Feel Good Movies que hacen sentirse bien), pero esto depende de la honestidad e inteligencia del director. Y Petit no carece de ninguna de las dos. Su película es amable sin ser blanda, divertida sin ser frívola, emocionante sin ser sentimentaloide, positiva sin ser superficial, reivindicativa sin ser amarga y optimista sin engañar. Aunque se le pueda reprochar cierto esquematismo en su crítica a la Administración. En la lucha no violenta pero sí decidida e irrenunciable está la única posibilidad de triunfo, podría ser su lema. Extraordinarias todas las intérpretes, especialmente las no profesionales que han vivido lo que esta película denuncia y saben revivirlo con naturalidad.

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