Rey de ladrones | crítica

Los yayos dan el golpe

Semana Santa de 2015: seis ancianos con una edad media de 65 años asaltan por el método del butrón la caja fuerte de una joyería de Hatton Gardens, Londres, llevándose un botín valorado en 18 millones de libras. La prensa no tarda en hablar del robo más importante de la historia de Gran Bretaña, después de aquel famoso asalto al Tren de Glasgow de 1963.

Materia prima ideal para un nuevo heist film, caramelito para reunir a un british veteran all-stars en torno al gran Michael Caine (aquí un Alfie con plan de pensiones) que incluye al free Tom Courtenay (La soledad del corredor de fondo), al siempre estupendo Jim Broadbent (lo acabamos de ver en El sentido de un final), al intimidante Ray Winstone (Sexy beast) y al no menos corredor de fondo Michael Gambon, al que conocen ya hasta los adolescentes tras sus apariciones en Harry Potter.

Juntos planean el golpe, gruñen, bromean a costa de los achaques de la edad y, cómo no, se traicionan entre pintas de cerveza en este filme de desenlace conocido que sólo tiene interés cuando los vemos a todos reunidos lanzándose sus pequeñas puyas y haciendo parejitas dentro del grupo. Lo demás no pasa de la rutina aseada y poco excitante del asalto y el robo o de la no menos aburrida espera a que los innumerables cabos sueltos hagan que la policía dé con ellos en pleno reparto del botín. Muy poquita cosa servida con escaso brío por el impersonal James Marsh (La teoría del todo, Un océano entre nosotros) y a la que un yayo-doblaje infame termina de aplanar aún más los matices interpretativos y el aroma british como únicos matices y reclamos.