Superagente Makey | Crítica

Estepona Connection

Leo Harlem, peleado con las nuevas tecnologías en 'Superagente Makey'.

Leo Harlem, peleado con las nuevas tecnologías en 'Superagente Makey'.

Nuevo producto exprés al servicio del cómico Leo Harlem tras El mejor verano de mi vida, Superagente Makey incide en todos los males de esa comedia nacional que maltrata a sus principales activos para encorsetarlos en contextos y tramas de género paródicas de corte familiar que domestican y esterilizan todos los atractivos y señas de identidad de sus protagonistas.  

Siendo Harlem como es un auténtico fenómeno del humor verbal chisposo con altísima velocidad de respuesta, Superagente Makey se empeña en convertirlo en un policía bonachón, de pocas luces y nostalgia por los ochenta castigado con un destino en Estepona después de sus continuados fiascos en la capital. Diseñado como personaje anacrónico y blanco en tiempos de tecnología punta y cambio de costumbres, el guion de Lara y Pérez emborrona aún más el potencial improvisador del cómico leonés para embutirlo en una ridícula trama policial contra las mafias rusas y en un intento de reconciliación paterno-filial que no pasa la prueba del algodón de la blandenguería. A su lado, el también omnipresente Jordi Sánchez incide en su dudosa vis cómica de importación televisiva para completar la pareja de referencia.

Apenas redimida por las puntuales aceleraciones y réplicas de Harlem, tan dotado para el requiebro y la ocurrencia como incapaz para la interpretación, la película que dirige Alfonso Sánchez (El mundo es nuestro, Para toda la muerte) para Campoy y Atresmedia presenta, cómo no, ese palmario desinterés por las formas, ese feísmo de sitcom y esa explícita premura en su ejecución que revelan aún más su condición de producto de temporada de usar, tirar y olvidar.