Dredd. Ciencia-ficción, Reino Unido, 2012, 95 min. Dirección: Peter Travis. Guión: Alex Garland. Fotografía: Anthony Dod Mantle. Música: Paul Leonard-Morgan. Intérpretes: Karl Urban, Olivia Thirlby, Lena Headey, Wood Harris, Jason Cope.

¿De verdad era necesario un remake de Juez Dredd, cinta de acción futurista protagonizada por Stallone en 1995? Evidentemente no, lo cual no parece haber sido obstáculo para que sus nuevos productores, esta vez ingleses, hayan pensado que con un nuevo diseño de producción (baratito, eminentemente digital) y un poquito de 3D los nuevos espectadores no tengan que recordar que no hace ni 20 años que se hizo otra película sobre el mismo personaje justiciero salido del cómic de Wagner y Ezquerra.

Instalados en la más flagrante y amnésica gratuidad, Dredd explora y explota el potencial de las cámaras lentas, la tridimensionalidad y otros efectos visuales de última generación psicodélica (cortesía de Anthony Dod Mantle, habitual de Lars von Trier) al servicio de un espectáculo ultraviolento, atronador y gore que, entre otras imágenes, nos regala caras atravesadas por las balas, cabezas reventadas por obuses y todo tipo de mutilaciones y vejaciones carnales infringidas por una perversa panda de traficantes de una nueva droga que asola los bloques y rincones de una apocalíptica Megacity vigilada por jueces-policía y mutantes que leen el pensamiento (sic).

Lastrada por su evidente bajo presupuesto y por una imaginería del desastre muy de segunda mano, Dredd se desinfla en su inane e interminable, casi sádico, enfrentamiento entre el Bien y el Mal (sic), aunque vista la idea de la justicia que maneja, es más que posible que algún iluminado salga del cine convencido de que habría que reinstaurar ya la pena de muerte o la tortura en nuestro mundo.