Crítica 'Noche real'

La noche en que Isabel II fue 'Lissy'

noche real. Comedia dramática, Reino Unido, 2015, 97 min. Dirección: Julian Jarrold. Guión: Trevor De Silva, Kevin Hood. Intérpretes: Sarah Gadon, Emily Watson, Jack Reynor, Rupert Everett, Bel Powley, Roger Allam, Jack Laskey, Ruth Sheen, Anastasia Harrold. 

Julian Arrold ha crecido en el formal universo televisivo británico adaptando obras de Dickens (Grandes esperanzas), Nigel McCrery (All the King's Men) o Dostoievski (Crimen y castigo); y ha visitado ocasionalmente el cine para seguir adaptando clásicos (Retorno a Brideshead) o biografiarlos (La joven Jane Austen). Es un director idóneo para este cuento amable que imagina las aventuras de las princesas Margarita e Isabel disfrutando de incógnito del júbilo callejero con el que la noche del 8 de mayo de 1945 los londinenses celebraron el fin de la guerra y la victoria ("Podemos permitirnos un pequeño momento de júbilo", dijo el siempre realista Churchill, anunciando los duros tiempos de reconstrucción). Una idea original filmada con la agradable corrección que caracteriza a este realizador, muy bien interpretado y con la cuidada recreación de la época que distingue al cine británico. Todo muy british y, por ello, muy dignamente entretenido. Hasta con sus puntitos de emoción en las escenas del discurso del Rey oído en el pub o la celebración popular en Trafalgar Square y ante Buckingham.

Como si fuera una Vacaciones en Roma (¿por eso se menciona a Gregory Peck al inicio de la película?) un poquito más gamberra, pero sin perder nunca la compostura, la película convierte la anécdota del argumento en un cuento de hadas al revés: la princesa, aunque sólo sea por una noche, quiere ser una Cenicienta anónima, una más de las miles de chicas que esa noche triunfal se echaron a la calle y a los brazos -muchos hijos tuvo esta victoria, nueve meses después- de los soldados y mozos londinenses. La idea de emparejarla con un precursor de los jóvenes airados de los años 50 es un acierto.

Como la joven Isabel resultó poco después ser una gran reina, muy querida por los ingleses tras superar a Victoria y poder presumir del reinado más largo en los mil años de la monarquía británica, la peripecia se sigue con simpatía cómplice (salvo que se sea un republicano radical, por supuesto). Gran parte del agrado se debe a la muy buena interpretación de Sarah Gadon (a la que Isabel II debería dar un título por la inteligente simpatía con que la interpreta) y al estupendo y elegante sentido del humor con el que Rupert Everett y Emily Watson recrean a sus reales padres.

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