Crítica 'Emperador'

Un pedestal para Tommy Lee Jones

Emperador. Drama histórico, EEUU, 2013, 105 min. Dirección: Peter Webber. Guión: Vera Blasi, David Klass. Fotografía: Stuart Dryburgh. Música: Alex Heffes. Intérpretes: Tommy Lee Jones, Matthew Fox, Eriko Hatsune, Toshiyuki Nishida.

El mérito de esta película, lo que la hace ascender de lo correcto a lo notable, reside en dos figuras convencionalmente consideradas secundarias: el diseñador de producción y la estrella que hace un papel en principio secundario. Ellos son el extraordinario diseñador de producción Grant Major y ese gran actor que es Tommy Lee Jones. Major, consagrado por la creación de los universos tolkenianos en la trilogía de El Señor de los Anillos, recrea aquí el paisaje devastado del Tokio y el Japón de 1945. Este escenario de devastación da a la película su más contundente personalidad, eso que permanece en la memoria tiempo después de haberla visto. Convertir los escenarios en visualizaciones de los contenidos de una película es la marca de los genios de la dirección artística. Bastan los paisajes de ruinas recreados por Major para comprender de qué va la cosa y entrar en el juego que la película propone: ¿qué se puede construir a partir de estas ruinas?, ¿cómo rehacer un país derrotado que considera la derrota un mal peor que la muerte?

La devastación material, espiritual, moral, política y económica de Japón es total. Casi no puede hablarse de reconstrucción. Todo lo conquistado desde la era Meiji con el proceso de occidentalización que hizo de Japón el único país asiático que asumió la revolución industrial, parece perdido. El divino, intocable e inaudible emperador ha hablado para anunciar la derrota, esa deshonra mayor ante la que es preferible la muerte. Hiroshima y Nagasaki han cambiado la historia de la humanidad. Estados Unidos se enfrenta a algo quizá más difícil que ganar la guerra: ayudar a su enemigo a reconstruirse. Ello sitúa al emperador en el centro del dilema: ¿Su destino ha de ser el mismo de sus aliados Mussolini y Hitler o no? ¿Se le somete a juicio o se le mantiene en el trono? El archienemigo podría dejar de ser un criminal de guerra para convertirse en el peón imprescindible para la reconstrucción.

Para decidirlo se envía a Japón al general MacArthur. Y aquí interviene esa segunda figura relativamente secundaria que convierte lo correcto en notable: Tommy Lee Jones. Su interpretación del general alcanza, si no supera, la de Gregory Peck en el biopic a él dedicado (MacArthur, el general rebelde, Joseph Sargent, 1977). Desgraciadamente el guión comete el error de dar el protagonismo a otro personaje (correctamente interpretado por Mathew Fox) y a sus flácidas anécdotas sentimentales, en vez de a Tommy Lee Jones y su misión histórica. Porque al igual que el universo de ruinas creado por Grant Major define visualmente el dramatismo de la película, la figura de este MacArthur, tan poderosamente interpretado por Tommy Lee Jones, le da a Emperador toda su fuerza trágica y su no desdeñable carácter de reflexión sobre una singular y no tan conocida página de la historia.

Peter Webber, autor de la correcta La joven de la perla, se hace perdonar su posterior Hannibal, el origen del mal con esta obra con la que retoma su línea. En este caso, además, propulsado por los talentos de Grant Major y Tommy Lee Jones: el diseño de producción como pedestal para una gran interpretación.

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