Cómics

Camino a la perdición

  • Dos jóvenes sin futuro iniciarán una ruta sin un destino claro, marcada por la extrema violencia

Detalle de la portada.

Detalle de la portada.

En estos momentos es uno de los géneros favoritos de los lectores, pero hace algunos años estaba considerado como algo menor, condenado a permanecer en ediciones baratas y de poca calidad.

Me refiero al género negro, también calificado como criminal.

Pero llegaron los franceses y con fino olfato y muy buen gusto, todo hay que decirlo, se dieron cuenta de que el noir era algo más que detectives y femme fatales, y rebautizándolo como polar comenzaron a editar de manera adecuada las obras firmadas por algunos autores que hasta entonces habían permanecido semiocultos, desconocidos por la gran mayoría de los lectores: Jim Thompson, James Hadley Chase, Ross McDonald, Horace McCoy… a la vez que recuperaba y colocaba en el lugar que les pertenecía los más 'clásicos', Dashiell Hammet o Raymond Chandler.

Aquellas historias que venían de los Estados Unidos ya no se ceñían al típico misterio a resolver, bañado en whisqui, amargas reflexiones y pasando por los peligrosos brazos de una rubia cañón. Los héroes habían muerto, o al menos dejado su lugar a otro tipo de personaje, la mayoría de moral dudosa o que directamente carecían de ella.

Era la era del hardbolied, una ramificación del noir en la que sus protagonistas estaban al otro lado de la ley, o al menos vestían un disfraz de respetabilidad que escondía al peor de los asesinos.

Solo pondré como ejemplo a uno de los grandes representantes de esta línea, Jim Thompson, y su Asesino dentro de mí o 1280 almas, dos magníficas novelas que abrieron el camino a muchas otras.

Y es que bajo ese manido slogan del american way of life se esconde un buen puñado de personajes rotos, como el caso de los protagonistas de No direction, esta novela gráfica creada con acierto por el galo Emmanuel Moynot (La noche de Sant Germain des Prés; Una resaca de cuidado; Suite Francesa…) que, como muchos otros de sus congéneres, entiende a la perfección el género, y con el trazo de su pincel nos muestra un relato protagonizado por Jeb, un joven marcado por unos oscuros sucesos que le han convertido en un auténtico asesino a sangre fría.

Este conocerá a Bess, una chica con la que va a compartir un recorrido por la fisonomía norteamericana, que tan bien conocemos gracias a producciones cinematográficas como Malas Hierbas o Asesinos Natos. Retratos de personajes rotos, que por allí por donde pasan, ya sea por casualidad o porque ellos lo originen, tan solo dejarán muerte a su paso.

Pero también podíamos definir este relato como una especie de Vidas cruzadas de lo más violento, ya que a lo largo del periplo, conoceremos a un buen puñado de personajes que, de una manera u otra, van a tener su peso en la historia de Jeb y Bess: Una madre que huye con sus hijos de un hogar donde la violencia ha estallado; el orondo y solitario recepcionista de un motel; Un maduro motero que sin proponérselo acabará recalando en un pueblo; un pastor con una fuerte inclinación por el sexo femenino…

Y siguiendo el rastro de cadáveres, dos agentes de la ley, muy diferentes, Edmun y Thomson. Cada uno a su particular manera tratará de detener esta autentica bacanal sangrienta.

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