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Reinventando el clásico

  • En 'Peter Pan', Regis Loisel se aleja de la versión fiel para componer una recreación personal y furiosa del mito imperecedero de la cultura occidental

Uno de los personajes del 'Peter Pan' de Loisel.

Uno de los personajes del 'Peter Pan' de Loisel.

De Regis Loisel, lo primero que recuerdo fue su magnífica serie de fantasía La búsqueda del pájaro del tiempo. Me quedé alucinado, leyendo los álbumes de Norma Editorial conforme se iban publicando en nuestro país, aunque, no me pregunten por qué, acabé vendiéndolos en uno de esos arrebatos que dan a los coleccionistas cuando buscan ganar espacio o dinero para seguir alimentando el vicio. Los compré de nuevo, claro está, en una gruesa edición integral, pero la regalé, fíjense qué cosas, y desde entonces tengo un hueco enorme en la librería que no he sabido rellenar. (Mi hermana fue la primera en reprochármelo, y así descubrí que a ella también le gustaban los cómics, mejor dicho, que los tomaba de mi cuarto sin decirme nada y los leía a escondidas.)

Luego vino Peter Pan y me flipó tanto o más que lo otro, especialmente porque en aquel tiempo andaba yo colaborando en la traducción para la editorial Cátedra del corpus del personaje escrito por J. M. Barrie, y comprendí lo meritorio del trabajo de Loisel, que se alejó de la versión fiel para componer esta recreación personal y furiosa de un mito imperecedero de la cultura occidental. La cosa tiene su gracia, aquel Peter Pan tampoco lo tengo hoy, y me pregunto si la ausencia de Loisel en mi colección no lo hace aún más presente, pues, de algún modo, nunca he dejado de saber que no estaba ahí. Tengo ahora sobre la mesa la nueva edición del Peter Pan, servida por Planeta Cómic en un solo tomo, con los seis álbumes originales impresos en blanco y negro, y sospecho que, como un niño perdido, acabará partiendo antes o después a la isla de Nunca Jamás. No digo que lo haga, pero tampoco me extrañaría. Veo aquí algo así como la mano del destino.

Entretanto, y por si se esfuma antes de tiempo, aprovecho para releerme esta obra maestra de la bande desinée, que nunca ha lucido tan pura, desnuda y auténtica. Son seis álbumes en uno, digo, Londres (1990), Opikanoba (1992), Tempestad (Tempête, 1994), Manos rojas (Mains rouges, 1996), Garfio (Crochet, 2001) y Destinos (Destins, 2004), que sirven para constatar la maestría gráfica y literaria del historietista francés, así como la fuerza y la capacidad poética de la creación de Barrie, que lo mismo alimenta en crudo como recubierta de azúcar.

Ya que estamos, lo de Loisel es medio infiel argumentalmente, pero capta de maravilla el espíritu doliente del molde original (me viene también a la cabeza, por sobresaliente, aquella estupenda recreación de Pere Joan incluida en Mi cabeza bajo el mar), en tanto que lo de Disney, que ha ayudado a la perpetuación del personaje en el imaginario, mantiene con discreta cercanía la estructura, pero deshace el poder subversivo del texto literario, la angustia, la tristeza y el terror que habitan en su oscuro corazón.

Década y media de su vida dedicó Loisel a Peter Pan, y, en este tiempo, usó el realismo, los sueños y las metáforas para componer una auténtica joya. Son sus dibujos lo que miramos, pero es Peter Pan quien nos devuelve la mirada.

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