Cómics

Las dos caras de un espejo roto

  • Junji Ito, maestro del género de terror, abandona su zona de confort para adaptar el libro del escritor Osamu Dazai

Ilustración de portada.

Ilustración de portada.

El pozo sin fondo en el que se ha convertido la existencia del protagonista de esta historia, Yôzô Ooba, le tiene atrapado en una caída que lo ha convertido en un alcohólico aquejado de temblores y que padece alucinaciones, rodeándolo de rostros descompuestos y recuerdos de su terrible pasado (en ello, Ito vuelve por sus fueros y nos regala escenas que ponen los pelos de punta).

Pero una vez más, en su camino se cruza una buena mujer, como viene siendo una constante. Una persona compasiva, tal vez demasiado, que le va a ofrecer una solución, pasajera, al infierno en el que vive.

Se trata de la bella Hiroko, una farmacéutica que cuida de su postrado padre y que, jugándose su reputación, descubre el mundo de la morfina al protagonista, con lo que ello conlleva, ya que a lo largo de toda la historia hemos sido testigos de que Yôzô es un caso perdido.

En los siguientes días, la alegría y el trabajo se instalan en casa del artista, que comprueba maravillado como puede volver a producir, a dibujar, contagiando este gozo a su paciente esposa, Yoshiko, que no puede creer lo que ven sus ojos.

Pero claro, lo que se comienza siendo un remedio para aplacar las pesadillas termina convirtiéndose en una nueva adicción que lleva al protagonista a poner en riesgo su propio matrimonio, creando una sombra de desconfianza que cubrirá como un manto de desdicha a ambas mujeres, su esposa y la farmacéutica, desembocando en una tragedia total…

Y una vez más, Yôzô se encontrará mirando hacia ese abismo que tan bien conoce. Tan solo gracias a una inesperada intervención, será trasladado a un lugar donde reposar y curarse. Y justo ahí será donde el argumento da un giro inesperado y genial, produciéndose un encuentro entre dos hombres que al principio parecen gemelos, que han recorrido sin saberlo el mismo sendero, el que lleva a la oscuridad, a la tragedia más absoluta.

Los días van pasando y la presencia de ese 'otro' resulta gratificante, hasta tal punto que los fantasmas parecen desvanecerse, desaparecer del recuerdo de Yôzô. Pero solo será un alivio pasajero, ya que la vida está llena de casualidades, algunas extremadamente afortunadas, y otras no tanto.

Los errores del pasado siempre regresan, y la pesada, e imaginaria losa que cuelga del cuello de Yôzô se planta ante sus ojos, y ya no volverá a abandonarle nunca más. El protagonista terminará por acostumbrarse a vivir en el horror, mirando hacia lo lejos, sin apenas percatarse de lo que ocurre a su alrededor.

El mangaka Junji Ito logra recrear a la perfección la vida de este desdichado personaje, al que rodean las desgracias que el mismo provoca, y que es un reflejo biográfico de la propia existencia del autor Osamu Dazai, cuyo destino final ya hemos visto al principio de esta triste historia, que viene confirmado de una manera extraordinaria, muy sutil, en las últimas viñetas de este soberbio manga.

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