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La familia y uno más

  • 'La familia Trapisonda, un grupito que es la monda' (1958), de Francisco Ibáñez, es una serie que narra con humor las desgracias vividas por una familia española de clase media baja

Detalle de la portada del volumen.

Detalle de la portada del volumen.

La película La familia y uno más (1965), dirigida por Fernando Palacios, es una comedia seguidora de una saga que comenzó con La gran familia. La saga familiar de Carlos Alonso, aparejador, ha crecido hasta los dieciséis hijos. El título de la secuela hace referencia precisamente al nacimiento número dieciséis, el de la pequeña María.

Unos años antes se popularizó La familia Trapisonda, un grupito que es la monda, una serie creada por el historietista Francisco Ibáñez en 1958, que trata sobre las desventuras de una familia de clase media baja: un matrimonio, su hijo, su sobrino... y uno más, que en este caso es su perro. Las historietas tienen lugar en el tercer piso de un típico bloque de la gran ciudad.

La familia Trapisonda, un grupito que es la monda debutó en el semanario Pulgarcito nº 1418 el 7 de julio de 1958, iniciando un periplo de una década, pasando por diversas revistas de la Editorial Bruguera, como Ven y Ven (1959), Suplemento de Historietas de El DDT (1959), Seleccionesde Humor de EL DDT (1959), El Capitán Trueno Extra (1960), Bravo (1968), etc...

Sin embargo, la primera historieta que se dibujó apareció en El Capitán Trueno Extra nº 31 (1960); se nota porque en ella el padre de familia no reconoce a su sobrino.

Pese a ser una serie coral, el protagonista es Pancracio, el cabeza de familia, un gris oficinista (bombero en las primeras entregas) calvo y con bigote. Su autoridad se ve burlada continuamente. Aunque en ocasiones ejerce como protector, la mayoría de las veces la familia acaba pagando las consecuencias de su ineptitud. Pancracio es cobarde, e intenta escabullirse de sus obligaciones familiares. Es un hombre con una vida mediocre, cuya ambición es leer el periódico sin que lo molesten. Al principio usaba antiparras, que le avejentaban notablemente.

El resto de integrantes de la familia de Pancracio son: su esposa, Leonor, que no parece demasiado interesada por sus tareas domésticas ni por su familia, y es aficionada al tarot, rasgo que desapareció pronto; su hijo, Felipín, el típico niño travieso; y su sobrino, Sapientín, un niño calvo y con gafas vestido de negro, que estudió Ingeniería en Oxford, donde aprendió jiu-jitsu, práctica esta última que será uno de sus rasgos distintivos en sus primeras apariciones.

La mascota de los Trapisonda es el personaje más popular de la serie. El perro Atila sirve de contrapunto a Pancracio, al que tiene en su punto de mira, con comentarios ofensivos, llenos de ironía. Estos comentarios son únicamente de pensamiento, ya que Atila sólo puede ladrar.

La criada Robustiana ha emigrado del pueblo y vive en el piso con la familia protagonista. Es de aspecto poco agraciado. Duró poco en la serie, siendo sustituida por otra más atractiva, que también duró poco tiempo, para resaltar que los Trapisonda son de clase media baja.

Hay un personaje recurrente, el director de la empresa en la que trabaja Pancracio, que no tiene nombre propio. Es un hombre con gafas, calvo y con bigote. Suele visitar a Pancracio, con la excusa de aumentarle el sueldo, pero estas visitas son contraproducentes.

En 1959, Ibáñez cambió parentescos entre personajes: la esposa pasó a ser hermana de Pancracio, y los niños se volvieron primos entre sí y sobrinos de Leonor y Pancracio, sin que quede claro quiénes eran los padres de los pequeños, ni por qué viven con sus tíos. Y es que la censura no vio con buenos ojos las burlas a la familia, uno de los pilares del franquismo, y prohibió a las revistas juveniles "toda desviación del humor hacia la ridiculización de la autoridad de los padres, de la santidad de la familia y el hogar".

En La familia Trapisonda, un grupito que es la monda se juega con las pobres ambiciones de la clase media española de la época: intentos de mejorar de casa o coche, comprar un décimo premiado o viajar a París se verán siempre condenados al fracaso.

El autor abandona la serie a finales de los años sesenta, para dedicarse a otras creaciones más populares y fructíferas, mejores ejemplos de la maestría de Ibáñez: Mortadelo y Filemón, agencia de información (1958); El Botones Sacarino, de El Aullido Vespertino (1963); Rompetechos (1964); Pepe Gotera y Otilio, chapuzas a domicilio (1966)...

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