'El Cascanueces'

Un 'Cascanueces' 'made in Spain'

  • La Compañía Nacional de Danza presenta en el Maestranza, del jueves al domingo, una producción del ballet de Chaikovski con coreografía del ex director de la CND, José Carlos Martínez

El 'Cascanueces' de la CND.

El 'Cascanueces' de la CND. / Alba Muriel

Tras El lago de los cisnes y La bella durmiente, El Cascanueces vino a completar la tríada de ballets románticos compuestos por Piotr Ilich Chaikovski. Un título que fue ganando popularidad desde que se extendiera la costumbre de presentarlo durante las fiestas navideñas para un público de todas las edades. Más tarde, su fama aumentaría de forma exponencial al llegar a las pantallas de cine, gracias a su inclusión en la mítica película de animación Fantasía de Walt Disney.

Compuesto por encargo del director de los Teatros Imperiales rusos en 1891 y estrenado en el Teatro Mariinsky de San Petersburgo en 1892, su libreto, escrito por Marius Petipa (autor de la coreografía junto a Lev Ivanov), está inspirado en la versión realizada por Alejandro Dumas padre del cuento Cascanueces o el rey de los ratones de E. T. A. Hoffman. Un relato bastante alejado de los cuentos tradicionales de la época en cuanto retrata a una familia de la alta burguesía y los príncipes y las hadas que aparecen lo hacen únicamente en los sueños o en la imaginación de su joven protagonista.

La niña Clara, en efecto, celebra la Navidad con su familia cuando su padrino Drosselmeyer (concejal y también un inquietante mago), le regala un precioso cascanueces en forma de soldadito de madera. Al dar la medianoche, el salón es atacado por un ejército de ratas encabezado por su Reina, pero el Cascanueces cobra vida y, con su ejército de soldaditos, combate a los ratones y salva a Clara. Drosselmeyer concede entonces a la niña el regalo de viajar con el Cascanueces y cruzar con él el Reino de las Nieves, tras el que se esconden criaturas llenas de magia. 

En el segundo acto, Clara viaja con el Cascanueces hasta el Reino de los Sueños (o de los Dulces), donde los reciben el Hada de Azúcar y el Príncipe Coqueluche, acompañados por un grupo de flores bailarinas; allí conocen a visitantes de España, China, Rusia y Arabia y participan de la fiesta que se celebra para honrar su visita. Una singular mezcolanza de tradiciones que dio alas a Chaikovski para componer brillantes melodías, como el Grand Pas de Deux o el Vals de las Flores, mil veces interpretadas a lo largo del tiempo.

Otra peculiaridad de la partitura es la inclusión, para la Danza del Hada de Azúcar, de la celesta, un instrumento que el compositor había descubierto en París.

La versión traslada la historia a los primeros años del siglo XX, la época del 'art decó'

Al igual que en otras ocasiones (en la versión neoclásica de Renato Zanella para el Ballet de la Ópera de Viena que se vio en 2002 y en la del Ballet Nacional de Estonia de 2015), la pieza que presenta ahora la Compañía Nacional de Danza, con coreografía de José Carlos Martínez, estará acompañada en directo por la ROSS, esta vez bajo la dirección musical de Manuel Coves. En esta ocasión, además, el elenco se verá completado por algunos alumnos del Conservatorio Profesional de Danza Antonio Ruiz Soler y por miembros de la escolanía de Tomares, un prestigioso coro de voces blancas, fundado en 2005, que dirige la profesora María Elena Gauna Ujhelly.

En sus 128 años de historia, El Cascanueces ha dado lugar a una multitud de versiones, tanto musicales como coreográficas. Entre éstas podrían citarse las de Alexander Gorsky (1919), Balanchine (1944) y, ya en la década de los 60, las de Roland Petit, John Cranko o Rudolf Nureyev. Esta última, estrenada en Estocolmo en 1967 y recreada más tarde en Milán, Buenos Aires, Berlín y París, es sin duda la que más ha influido en la versión de Martínez, que tuvo ocasión de bailarla el mismo año en que ingresó en el Ballet de la Ópera de París (1988) para un filme que Nureyev realizó del ballet con el cuerpo de baile de París.

Otra imagen de 'El Cascanueces'. Otra imagen de 'El Cascanueces'.

Otra imagen de 'El Cascanueces'. / Alba Muriel

José Carlos Martínez ha sido director artístico de la CND desde 2011 hasta 2019. Ocho años en los que, a pesar de las dificultades económicas que atraviesa la institución, ha intentado convertir una compañía muy apegada al lenguaje neoclásico (tras 20 años a las órdenes del coreógrafo Nacho Duato) en un conjunto más flexible y ecléctico, capaz de afrontar diferentes estilos coreográficos, tanto contemporáneos como clásicos. Prueba de ello es que la Carmen coreografiada por Johan Inger sigue girando y cosechando premios mientras que, en cuanto a la danza clásica se refiere, El Cascanueces, estrenada en 2018 en el Teatro Baluarte de Pamplona, constituye la segunda coreografía de Martínez para la CND, después del Don Quijote de 2015.

Siempre respetuoso con la tradición balletística, el coreógrafo ha intentado darle a El Cascanueces un toque personal, entre otras cosas trasladando la acción a los primeros años del siglo XX, la época del art decó. Para ello ha recurrido a la escenografía de Mónica Boromello, los trajes de Iñaqui Cobos y la iluminación de Olga García, además de contar con Alessandro Riga como Primera Figura y con la rusa Maria Kochetkova como Bailarina Principal invitada.

Desde septiembre del pasado año, al frente de la CND, fundada en 1979 como Ballet Clásico Nacional, se encuentra Joaquín de Luz (Madrid, 1976), formado en la escuela del que fuera primer director de la compañía, Víctor Ullate, y destacado miembro del Ballet de Pennsylvania, el American Ballet Theatre de Nueva York y el New York City Ballet. Entre los muchos galardones que lo avalan se encuentra el Premio Benoise de la Danza al mejor bailarín masculino (Moscú 2009) y el Premio Nacional de Danza en 2016.

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