The Game | Crítica

La Arcadia lúdica

  • Alessandro Baricco ofrece en 'The Game' una introducción entusiasta y documentada al vertiginoso abismo de lo digital, donde hoy navegamos no sin zozobra

El escritor italiano Alessandro Baricco (Turín, 1958).

El escritor italiano Alessandro Baricco (Turín, 1958). / D. S.

Muchos lectores recordarán a Alessandro Baricco por su primer éxito, Seda, una brevísima novela, fragmentaria y lírica, que obtuvo incluso su versión cinematográfica. Este ensayo de ahora, The Game, posee, en buena medida, la misma levedad, la misma vocación poliédrica, de entonces. Acaso pueda añadírsele otra cualidad, pareja de lo leve, que en Baricco quizá no se conceptúe como adversa: la superficialidad; superficialidad que en el asunto que nos ocupa no es en absoluto metafórica. La infinita proliferación del World Wide Web es una proliferación digresiva, en extensión, que avanza o se distiende como una plaga y que, en consecuencia, guarda poca relación con la disposición lineal de los conocimientos a la que nos hallamos habituados aproximadamente, desde hace cinco siglos.

Si hemos de acudir a la vieja catalogación de Umberto Eco, apocalípticos e integrados, podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que Baricco es un apocalíptico: pero un apocalíptico en su vertiente menos usual. El Apocalipsis de San Juan de Patmos es tanto la consución de un mundo como la promesa inminente de uno nuevo. En este último sentido es Baricco apocalíptico. En contra de quienes ven en el orbe digital sólo una mengua vertiginosa de viejas virtudes y nobles hábitos, Baricco ha encontrado numerosas ganancias, y otra estructura íntima, en la vida posterior a Google. Cuáles son estas ganancias, quizá pueda resumirse en el carácter lúdico y trasfronterizo de lo digital. Y también en su profunda irrealidad, émula, sin embargo, del mundo que duplica.

Baricco, por otra parte, considera esta revolución tecnológica mucho más drástica que la propiciada por la imprenta de tipos móviles de Gutenberg. Lo cierto, sin embargo, quizá sea lo contrario: la forma de conocer, la capacidad de precisión que facilitó la difusión de la escritura, conserva muchas similitudes con el pensamiento actual (con el almacenamiento y con la forma de hacer ciencia que hoy conocemos) y poco con el saber colectáneo, entre la erudición y el mito, que caracterizó al Medievo.

Baricco es un apocalíptico. Pero un apocalíptico en su vertiente menos usual

A esto se podría sobreponer otra objeción, fruto de ese entusiasmo, de la novedad, que Baricco atribuye, no sin razones, al Brave New World cibernético. Dicha novedad es el movimiento, la movilidad, el flujo que Baricco contrapone a la rigidez fronteriza del siglo pasado, origen de tantas guerras. En este punto, sin embargo, se hace necesario recordar cierta afirmación de Hombsbawn, referida a la segunda mitad del XX, y que consigna como el cambio más importante de la Humanidad desde el Neolítico, la migración del campo a la ciudad en las décadas de los 40-60. Esto es, en la posguerra analógica, y no en la paz digital que hoy disfrutamos. Sin olvidarnos, por lo demás, de que buena parte de los desplazamientos masivos del siglo anterior vinieron provocados por las guerras, fronterizas o no, que se abatieron sobre el mundo.

Portada del libro. Portada del libro.

Portada del libro. / D. S.

Cómo no recordar, por otra parte, el Homo Ludens de Huizinga, cuando Baricco destaca el componente lúdico que define, en buena medida, la relación del hombre actual con los dispositivos, y con el universo mismo al que vive conectado. Y cómo no asentir cuando Baricco recuerda la naturalidad con que el milenial vive esta realidad azarosa que Baricco ha llamado The Game.

Por otro lado, ya hemos dicho que The Game es el intento de definir las características de un nuevo mundo, y no tanto su enjuiciamiento prematuro, dado el escaso tiempo trascurrido y sus efectos ulteriores, aún ignotos. En este sentido, Baricco es un San Juan lúdico que, sin eludir lo adverso, pondera con justicia las utilidades y las potencias que el orbe digital ha desplegado ante nosotros.

Uno destacaría, en fin, junto a la inmaterialidad, la conetividad y el ludismo, una forma de soledad, una soledad eremítica, hija de lo virtual, que quizá haya modificado los vínculos humanos de manera notable. También esa tendencia a la inmediatez, a la categoría extrahistórica, tan grata a Bauman, que distingue a cierto ensayismo contemporáneo. Descontado todo esto, The Game es un libro optimista, un libro inusual, a ratos provocador, a veces divertido, y siempre informado.

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