De libros

Banville el artista vs. Black el artesano

Entrevistar a John Banville es una doble experiencia. Por un lado, está el escritor prestigioso de prosa cuidada; pero, a poco que lo busque, el periodista encontrará además la brillante personalidad de Benjamin Black, el álter ego creado por Banville para firmar sus obras de novela negra. "La verdad es que Black va a acabar con Banville", bromeó el irlandés en 2008, cuando presentó en España El otro nombre de Laura, la segunda entrega de la serie protagonizada por el forense Quirke. Banville/Black confesó en aquella ocasión que se había enganchado a este personaje, que había debutado en El secreto de Christine, publicada en español en 2007 por Alfaguara.

Cuando Black irrumpió en el mundo literario, la reputación de Banville como escritor ya había sido reconocida con el Premio Booker por su novela El mar. "En un mundo de caos como el actual, la gente necesita historias en las que todo encaje", decía para justificar el éxito de la novela negra en general y de las obras de Black en particular, en un momento, hace siete años, en el que la actual y devastadora crisis empezaba a hacerse evidente. Para cuando Black firmó su cuarta entrega, En busca de April, la crisis era tal que el escritor se atrevía a decir que los médicos debían recetar a sus paciente novelas negras como las suyas, en las que "todo es tan terrible que nos hace pensar que en realidad no estamos tan mal".

Los títulos de Black se sucedían, mientras que las obras firmadas con su nombre real se espaciaban. "Black es un artesano y me gustaría pensar que Banville es un artista", suele decir el irlandés para explicar esta doble faceta. Algunos de sus lectores empezaron a tomarse en serio la predicción de que Black acabaría con Banville, temor que se reveló como infundado cuando el autor volvió a firmar como John Banville la aclamada Antigua luz, una novela que vio la luz en español hace dos años. Y si aquello era un reto para Black, el álter ego de Banville no se echó atrás: se encarnó en el mismísismo Raymond Chandler, el gran maestro del género negro, con La rubia de ojos negros, publicada este mismo año por Alfaguara.

Es probable que todas las felicitaciones por el Premio Príncipe de Asturias se dirigieran ayer a John Banville, pero seguro que el galardón ha arrancado una sonrisa socarrona a Benjamin Black.

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