Permiso para retirarme | Crítica

Despedida a la francesa

  • Bryce Echenique se despide de su oficio con unas memorias proustianas, bienhumoradas, en apariencia erráticas, pero cuyo curso es el propio curso, nunca lineal, nunca meridiano, pero ahilados con exactitud, de los recuerdos

El escritor peruano Alfredo Bryce Echenique (Lima, 1939)

El escritor peruano Alfredo Bryce Echenique (Lima, 1939)

Con este encabezamiento se pretende señalar, sencillamente, el explícito homenaje a tres autores, entre afrancesados y franceses, que Bryce rinde en las presentes páginas. Tales autores son Stendhal, Proust y el veneciano Casanova. Esta mención de Proust, por otra parte, concierne al propio carácter memorístico de la obra, cuyo título y cuyas intenciones Bryce dice tomar de Malraux, pero cuya hilazón replica, proustianamente, los mecanismos y disgresiones de la memoria.

Hay algo que pertenece en propiedad al escritor peruano: su admirable facilidad para el humor y su democrática forma de aplicarlo

Digamos, pues, que en estas antimemorias Bryce homenajea en Stendhal su gusto por la acotación y el esbozo, mientras que en Casanova evoca su grata querencia por las damas, cuyo menudeo queda lejos del desafío teológico del don Juan de Tirso o de la ruborosa necedad del de Zorrilla. Sobre estas influencias, destacadas por el autor desde el mismo prólogo, hay algo que obsede el marco de los influjos y que pertenece en propiedad al escritor peruano: su admirable facilidad para el humor y su democrática forma de aplicarlo. El lector de Bryce ya conocerá los memorables retratos de la Francia del 68 que alberga su obra; y también los ecos o las réplicas ultramarinas que aquél estrépito ideológico produjo en toda América. Hay, así, un finísimo humor en el escepticismo con que Bryce evoca aquellos días y la ridícula solemnidad de los jóvenes entregados a la causa. Pero hay, principalmente, una larga y meditada ternura, que no excluye un deliberado olvido.

Acaso la mayor cualidad de Bryce Echenique, sobre esta pujanza del humor, un humor constante, pero tenue y pautado, sea el de la ligereza. A veces, esta ligereza se mostrará en el modo, entre azaroso e impremeditado, con el que el escritor finge hilvanar sus recuerdos; a veces, dicha livianidad nace del modo mismo en que se convoca lo infausto. Lo más destacado, en cualquier caso, de Bryce Echenique quizá sea el tono menor, pero férvido y agradecido, con que celebra su existencia. ¿La existencia de quién? No lo sabemos exactamente. Si nos es dado conocer que hay un Bryce al que le gusta contar, y otro que quizá se resista o renuncie a ser contado.

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