Cultura

Hondo es el resplandor

  • 'LA ESTACIÓN AZUL'. Javier Lostalé. Renacimiento. Sevilla, 2016. 144 páginas. 16 euros.

Era el mayor de los cinco poetas que aparecían en aquella antología de Antonio Prieto, Espejo del amor y de la muerte, donde velaron sus primeras armas nombres luego muy conocidos como Luis Alberto de Cuenca o Luis Antonio de Villena, pero Javier Lostalé (Madrid, 1942) se ha mantenido milagrosamente joven, inmune a las injurias de la edad, y sigue mostrando el entusiasmo de un muchacho felizmente incontaminado de las vanidades o los trampantojos de la vida literaria. Todos los que lo conocen o han tratado coinciden en señalar un rasgo que no tiene que ver -importa mucho más- propiamente con la literatura, su bondad natural, unida a una generosidad infrecuente que lo ha llevado a interesarse de corazón por el trabajo de sus compañeros de oficio, pero a Javier Lostalé, el discípulo y antólogo de Aleixandre, el activista de la belleza y fino glosador de los versos ajenos, hay que leerlo para saber que desde la discreción ha construido, a lo largo de todos estos años, una obra importante.

Reeditadas por Renacimiento, las prosas líricas de La estación azul -reunidas primero en La rosa inclinada (2002), donde Lostalé recopilaba su poesía completa hasta la fecha, y publicadas después en volumen exento (2004)- aparecieron originalmente en un diario de Madrid, pero tanto por su calidad como por la vinculación al resto de su itinerario está claro que se integran en él -casi medio siglo desde Jimmy, Jimmy (1976) hasta El pulso de las nubes (2014)- como otro libro más, especialmente valioso a la hora de elucidar una poética desnuda, transparente, esencial que busca la hondura -Hondo es el resplandor (1998), se titula otro de sus poemarios- a través del despojamiento. El discurso lírico de Lostalé, meditativo, rítmico, admirablemente preciso, adopta tonos celebratorios o elegiacos, pero aparece siempre atravesado por la presencia del amor, referido a una vivencia íntima que es, como apunta Jaime Siles, solidariamente trascendida. Encontramos en sus prosas, como en sus versos, las gozosas o dolientes huellas de un arraigo que no contradice la permanente novedad del mundo.

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