Jorge Fernández Díaz | periodista y escritor

"El Papa Francisco opera como político pero si se le critica se defiende como pastor"

  • El argentino refleja en 'La traición' (Destino), su nueva novela de espías protagonizada por Remil, las cloacas del Estado en Argentina con el Vaticano como telón de fondo

El autor Jorge Fernández Díaz (Buenos Aires, 1960).

El autor Jorge Fernández Díaz (Buenos Aires, 1960). / La Nación

Exguerrilleros nostálgicos de la Revolución, solucionadores a sueldo del Estado para hacer el trabajo sucio al Gobierno, puñaladas literales y metafóricas entre las diferentes facciones de las cloacas del Estado, medios de comunicación al servicio del enaltecimiento o el hundimiento de políticos según convenga o sacerdotes enviados por el Vaticano jugando sus cartas a distintas bandas. Es el retrato de Argentina que retrata en La trampa (Destino) el periodista y escritor Jorge Fernández Díaz, el tercer libro de una seria de novelas de espías protagonizada por Remil -en palabras de Arturo Pérez Reverte, "el primo argentino de Falcó"- que abrieron El puñal y La herida. Un libro escrito en pleno confinamiento por el Covid "pegado a la actualidad política casi en tiempo real".

Fernández Díaz, analista político actualmente en Radio Mitre y durante años medios como La Razón argentina -donde también fue periodista de sucesos-, El Cronista, Somos o Noticias, utiliza la literatura para contar aquello que conoce por sus años de ejercicio profesional pero que como periodista no puede publicar porque no hay documentos para probarlo ni testimonios que quieran dar la cara. "Sé como funcionan los entramados mafiosos pero el periodismo tiene un límite por su código ético, la literatura permite cruzar fronteras que el periodismo no puede pero muchas veces la ficción es más verdadera que el periodismo", asegura.

Con La Trampa su objetivo es claro: "criticar a las vacas sagradas del progresismo que siempre aparecen bien en las novelas y son los buenos en las películas porque el mundo artístico está plagado por la izquierda pero tiene sus lados oscuros". Y la elección del género de la novela de espías obedece a que "en mi país, y creo que empieza a suceder en España, el espionaje se dedica a defender a los políticos o a hundirlos".

"Quise criticar a las vacas sagradas del progresismo que siempre aparecen bien en las novelas"

En La trampa Remil y el resto de la agencia de inteligencia bonaerense La Casita tiene que hacer frente a la amenaza de un gran ataque contra el Gobierno argentino a cargo de un exguerrillero nostálgico de los setenteros y monteneros, revolucionarios de izquierda que "en los años 70 practicaron el crimen político, mataron a mucha gente y nunca pidieron perdón pero luego como fueron víctimas de la dictadura fascista [de Videla] se olvidaron sus errores". Para Fernández Díaz, cuando los Kirchner llegan a Buenos Aires "son señores feudales de la Patagonia y necesitan una ideología y rescatan los ideales de esos mártires revolucionarios, que no eran demócratas sino totalitarios. Los Kirchner usaron ese discurso para revestirse de izquierda cuando no lo son, y empezó el adoctrinamiento en el colegio, es como si en España en las escuelas se hubiera enaltecido a ETA".

Jorge Fernández Díaz vive y trabaja rodeado de libros. Jorge Fernández Díaz vive y trabaja rodeado de libros.

Jorge Fernández Díaz vive y trabaja rodeado de libros. / La Nación

El autor se atreve incluso a mezclar al Vaticano y al Papa Francisco en el complot revolucionario, ofreciendo una imagen de un Bergoglio muy vinculado a los entresijos de la política argentina que contrasta con la buena prensa de la que goza el Santo Padre en Europa y que Fernández Díaz atribuye a que "no actúa como en Argentina, donde por las tarde se dedica a hacer política por la puerta de atrás". "No se mete con los jueces de España o Francia, no hace declaraciones para hundir a unos, no envía sacerdotes con camisetas con lemas. No hace todo lo que hace en Argentina. Creo que nunca soñó con ser Papa pero sí con ser Perón. Tiene una profunda formación política y opera como político y cuando se le critica responde como pastor. El Gobierno actual no hubiera salido sin él, el Papa Juan Pablo II hizo lo mismo en Polonia", relata.

El periodista revela que el Papa Francisco "recibe a corruptos de Argentina, personajes de dudosa procedencia", algo que en los medios de comunicación argentinos sale constantemente. Según Fernández Díaz, estas noticias sobre las maniobras políticas y las relaciones de Bergoglio son en Argentina "un género periodístico" pero en Europa "no se conoce porque lo hace por la puerta de atrás".

"Borges decia que en Argentina era imposible crear un detective protagonista porque el argentino no cree en la legalidad"

El autor lamenta que su país empieza a ser un "espejo" para España, donde "el populismo está basado en el de Argentina" con "políticos que cogían épicas ficciones del pasado para crear partidos, siempre con enfrentamientos de buenos y malos, en el caso de España después de la Guerra Civil hay una Guerra Civil de los espíritus, jugaron con los muertos del pasado" y novelas como La Trampa vienen a decir que "no es una pelea de buenos y malos sino de malos contra peores".

Por eso, el protagonista no podía ser un detective a lo Montalbano o Dolores Salazar sino un criminal de Estado. La saga de Remil es la primera serie de novela policial argentina -por cierto que ya tiene ofertas no solo de allí sino de varios países para hacer la versión audiovisual, incluso ya adquirieron los derechos de autor de la primera entrega, El Puñal-, un género poco cultivado en el país.

El padre de la criatura recuerda que "Borges decía que era imposible crear en Argentina un detective o policía protagonista porque el argentino no creía en la legalidad y es cierto así nos fue". Por eso, su Remil es en realidad un agente de las cloacas del Estado al que "para que fuera creíble" sitúa ante conflictos emocionales que el autor ha vivido en sus carnes. En El Puñal vive la desesperación amorosa, en La herida un hijo al que su padre da por perdido - "como el mío que cuando supo que quería ser periodista creyó que quería ser vago y me dejó de hablar siete años"- y en La Trampa una declaración de guerra entre "papa y mamá", representados por los dos jefes mentores de Remil en La Casita enfrentados entre sí.

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