Cultura

Viaje a lo indescifrable

  • Agustín Fernández Mallo, la figura más visible de aquella (difusa) Generación Nocilla que tanto dio que hablar, regresa con su obra más narrativa, sin dejar de recoger sus temas y su estética habituales.

Limbo. Agustín Fernández Mallo. Alfaguara. Madrid, 2014. 222 páginas. 17,50 euros.

Las cosas del éxito, le dice un compañero a Agustín Fernández Mallo, que acaba de llegar y sentarse y mientras se acomoda se sacude un poco la tensión de posar para las fotografías que acaban de hacerle. El escritor ríe para sí: "Ay, el éxito, qué será el éxito", muy bajito, varias veces. Pero algo sabe. Su impacto en la escena nacional va mucho más allá del pasajero revuelo mediático que causó hace tres años la retirada del mercado de su anterior libro, El hacedor (de Borges), 'Remake', después de un litigio con la mismísima María Kodama, que lo acusaba de plagiar a su marido. El episodio no deja de parecer, en el fondo, una posible trama apócrifa sacada de algún libro de Fernández Mallo, que suele escribir como recordando siempre lo que dijo aquel astrónomo, Haldane: que "el Universo no es sólo más extraño de lo que suponemos, es más extraño de lo que podemos llegar a suponer".

Limbo supone su regreso tras aquel agrio encontronazo, pero sobre todo supone el regreso de lleno -tras aquel libro de vida abruptamente erradicada- de un autor cuya trilogía del Proyecto Nocilla sirvió para bautizar a toda una generación -él mismo rehúsa ese término: prefiere "corriente"- que propugnaba, aligerando la hojarasca teórica, una forma distinta de leer y escribir literatura, una que desestima ciertas jerarquías y convenciones, en la que una canción de los Magnetic Fields da pie a una reflexión sobre el Principio de Incertidumbre, o en la que un lienzo de Caspar David Friedrich es un recurso digresivo igual de válido -ni más, ni menos- que una captura de Google Earth, y en la que la ciencia, en tanto que "generadora de metáforas" y surtidor de "belleza enconada", es también poesía. "En mis libros también salen vacas y prados", dice, "pero es que vivo en el planeta Tierra en este momento concreto del siglo XXI y si quiero hablar de mi tiempo, y eso es lo que quiero hacer, tengo que hablar de ciertas cosas".

A Fernández Mallo, un tipo al que nunca te imaginarías completamente cómodo ni bajo los focos ni en el cuerpo a cuerpo -y ahora puede parecer una tontería o una exageración, pero aquel debatede modelos estéticos (que en realidad no fue tal) en algunos momentos se contaminó de cierta acritud-, le tocó bailar en aquel boom en el centro de la pista y a veces parecía que muchos, hasta algunos que se apuntaron a la nueva fiesta entrando por esa puerta ensanchada de repente, deseaban verle dando un resbalón.

"No creo que ahora se entienda mejor lo que hago porque en aquel momento se entendió. Todo lo que yo quería decir quedó reflejado en los libros y en las opiniones de los críticos y del público. Y mira, creo que ya hay distancia suficiente para no hacernos aquí los falsamente modestos y para poder decir sin escándalo que [el éxito de su trilogía de la Nocilla, el boom editorial que llevó aparejado] fue el ciclo narrativo que más ha convulsionado la literatura española en los últimos diez años. Hay gente que lo valoró mal, y qué: significa igualmente que has removido algo. Del Proyecto Nocilla yo no no reniego, fue un paso fundamental en mi trayectoria, pero este de ahora también lo es, así lo veo. Todo eso lo viví con mucha distancia. Era como una película. Me sentía contento, con alegría, pero sin implicarme más de lo necesario. Cada momento histórico tiene una corriente narrativa que narra su contemporaneidad, es lógico y es normal, después de todo no es más que eso".

Repleto, casi saturado de estímulos, ideas, imágenes, pensamientos y teorías descabelladas o no, el libro cuenta el viaje en coche por Estados Unidos de una pareja, la historia de ella, secuestrada años atrás en México D.F., la historia de él, empeñado en grabar junto a un amigo un disco de sonido perfecto, definitivo, y la historia de la relación de ambos. Todo sigue siendo plenamente Fernández Mallo en Limbo, es decir, prosa más bien poética que funciona por capas, por acumulación, y con frecuencia poso y tono ensayístico; pero también hay una intención mucho más deliberada de contar, una dimensión narrativa que antes no existía.

"Entiendo lo que dices, yo mismo lo percibo", admite el escritor, que presentó la obra el martes en Sevilla dentro del ciclo Letras Capitales del Centro Andaluz de las Letras. "Pero al final no es más que una máscara para abordar temas poéticos y ensayísticos. Para mí el núcleo del libro no está en las tramas, sino en todos los hilos que cada personaje va contando y que tienen que ver con momentos de revelación poética o con asuntos ensayísticos. Es otra forma de seguir hablando de lo que me interesa, que es la complejidad del mundo, y la complejidad lo abarca todo: la poesía, el ensayo y por supuesto la narrativa", explica el autor, que admite sentarse a escribir con el mismo ánimo que el escritor que aparece en Limbo, un hombre que se pasa la vida tratando de descifrar imágenes, buscando un sentido que se resiste a revelarse, una epifanía, como un aventurero cotidiano y metafísico: "Lo más fascinante de escribir, para mí, no es tanto construir tramas o mundos imaginarios como esa especie de investigación de la realidad. Es una forma de buscar algo que no sabes que es. Al final tiene que ver con un constante estado de alerta ante la realidad. Tal como yo lo veo, los personajes del libro tienen una mirada extrañada, ven el mundo un poco desenfocado, y yo creo que esa es la mirada del escritor también, o por lo menos la mía".

La muerte, la idea misma de límite, las cosas que dejan de ser lo que son para convertirse en otras... resuenan con fuerza en el libro. ¿Por qué? "Me interesa lo que ocurre en medio de las cosas, después de su principio y antes de su final; eso es el limbo. Y por otro lado, si hablamos de fronteras, qué es la muerte: la aparente frontera definitiva. Pero ninguna frontera es una línea recta marcada en el mapa. Toda frontera es ancha, tiene un grosor, si te acercas lo suficiente y miras, tiene un grosor, y en ese grosor de frontera es donde yo muevo mi narrativa".

Otra idea, la de copia, tan importante en su estética, cobra especial relevancia en Limbo. "Es un asunto eterno en la historia de la humanidad y su demonización tiene un punto fundamentalista además de inculto. Si el romanticismo buscaba lo original, la cosa única, en el otro extremo está la mentalidad pop, que es la que cree que todo es copiable, y eso es mentira porque no hay dos cosas iguales en este planeta, no puede haberlas, hay una imposibilidad física. De tal modo que la copia en el pop funciona como mito, casi diría que esa idea actúa como horizonte metafísico del pop, así como la originalidad ejercía ese papel en el romanticismo. Bien, para mí esos dos extremos son igualmente viciosos o incorrectos. Nada es totalmente original ni nada es totalmente copiado, y eso es lo que recoge el libro".

En algunos pasajes, el pop, su iconografía, adquiere otro significado, casi misterioso, casi trascendente. A Fernández Mallo le interesa sobremanera el pop -la cultura pop para ser más precisos-, eso es así pero él, por si acaso, precisa: "Me interesa como arqueología. Pero como estoy ya un poco cansado de que me tilden de escritor pop, hago notar que no trabajo con el pop de mi tiempo. No se trata del pop como... tendencias. Me interesa el pop cuando está devaluado, sus desechos, lo que el pop ya ha dejado atrás. Por eso hablo de Simon & Garfunkel y no del último disco de Beach House, que me encanta pero ahí no pega nada porque no se trata de un afán de mostrar mis gustos. Sin embargo creo que se han hecho lecturas de mis obras en esa clave, y esa lectura es muy superficial. Hombre, si dices pop en el sentido de popular, y si extiendes lo popular a la contemporaneidad, pues sí, vale, soy un escritor pop, pero para decir eso hay que hacer unas extrapolaciones que no siempre se hacen...".

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