Todo era posible | Crítica

Y ahora, ¿hay algún futuro posible?

  • Manuel Moreno y Abel Cuevas repasan las revistas contraculturales en España entre 1968 y 1983

Warhol revisitado en la portada de 'Ozono' de enero de 1977.

Warhol revisitado en la portada de 'Ozono' de enero de 1977.

Javier Padilla, malagueño de El Palo, ganó el Premio Comillas 2019 por A finales de enero, una biografía de Lola González, Javier Sauquillo y Enrique Ruano, una reconstrucción del más que probable asesinato de este último a manos de la policía del régimen y también de la matanza de Atocha; un completísimo retrato cultural, político y sociológico de la militancia antifranquista de la época. Es del 92: un chaval, en realidad. Su trabajo nos otorga maravillas: saber qué libros ocupaban los estantes de las habitaciones de sus protagonistas, sus acaloradas conversaciones en los cafés, la música que escuchaban o cómo pasaron las tardes de su juventud, que comprendió los sesenta y los setenta. Yo, que soy de su quinta, le leo y me recreo, pero en más de una ocasión, charlando con él, se ha referido a la avanzada media de edad de sus lectores. Por una parte, está encantado: desde su todavía veintena se deja llevar en volandas por entusiasmados jubilados de aquí para allá -de un centro ciudadano a una librería, pasando por la sede de algún sindicato- a contar la historia de Lola, Enrique y Javier. Pero le cuesta comprender -le fastidia, en el fondo- por qué no cuenta con la misma complicidad entre la gente de su generación, y aun de las próximas. Yo le comprendo, le comprendo en el alma. El desinterés, ya no por el relato edulcorado de la Transición política, sino por los albores de la lucha democrática en este país y por la cultura que la acompañó, me deja fría de espanto. Al mismo tiempo, ayuda a entender muchas cosas.

Portada de la edición de la obra en Libros Walden. Portada de la edición de la obra en Libros Walden.

Portada de la edición de la obra en Libros Walden.

A finales de enero es un importantísimo aporte que se suma a los libros que vienen publicándose en los últimos años sobre temas aledaños a la contracultura y a la imaginación política española (Cómo acabar con la contracultura, de Jordi Costa; Culpables por la literatura, de Germán Labrador; las memorias de Nazario; la reedición del fundamental El mono del desencanto, de Teresa M. Vilarós…). Lola, Enrique, Javier y, en general, los jóvenes sesentayochistas del 'Felipe' (Frente de Liberación Popular), entre Althusser, Marx, Marcuse y otros autores cuyas doctrinas algunos repetían como loros y sin enterarse demasiado, también leían revistas: aparecen mencionadas en el libro de Padilla Cuadernos para el diálogo y Film Ideal. El papel de la producción editorial underground -revistas, libros o fanzines- en las revoluciones íntimas y en los amagos de la colectiva durante la Transición está, además de subestimado, apenas estudiado y divulgado en comparación con el merchandising que ha tenido la Nueva ola -bautizada y mercantilizada a posteriori como Movida-.

Star Books (filial de la revista Star) publicó por primera vez a los autores beats en España, entre ellos a Burroughs y a Kerouac; el Manifiesto de lo borde de Smash salió publicado en la revista CAU; la primera mención de Bolaño en España la encontramos en Ajoblanco; el grupo (¡qué buenos!) Paraíso se formó gracias a la sección de anuncios de Disco Exprés y Pegamoides en la de Star, así como tantas comunas que se anunciaban en la prensa alternativa para contactar con gente a lo largo y ancho de España.

Todas las luchas que aún hoy importan estaban en las páginas de aquellas revistas contraculturales

Sabemos, incluso, gracias a Popular 1, que Lou Reed plagió un dibujo de Nazario para la portada de Take No Prisoners. Son estos ejemplos muy concretos, con nombres y apellidos, de lo que supuso la subversión que entraba periódicamente por los kioscos. Pero el alcance es mucho mayor: desmilitarización, ecologismo, derechos de las minorías, feminismo, activismo LGTB, antiautoritarismo, autogestión, insumisión, antipsiquiatría. Todas las luchas que aún hoy importan estaban aquí, en las páginas de las revistas contraculturales que van del año 68 al 83.

Primer número de 'El Despeñaperro Andaluz'. Primer número de 'El Despeñaperro Andaluz'.

Primer número de 'El Despeñaperro Andaluz'.

Manuel Moreno y Abel Cuevas hacen un repaso, sobre todo visual, por las más importantes de este periodo, entre el año en el que Todo era posible (como se titula el volumen recién publicado por Libros Walden) y los días en los que todo se daba por perdido (aun habiendo conquistado mucho, como defendería Pau Riba), cuando ya el debate era otro: de contracultura y underground se pasó a hablar de posmodernismo. En 1977 Ajoblanco, en tono editorialista, declaraba que "el término contracultura nos estorba en la medida en que nos interesa el de vida cotidiana". Toda una declaración de intenciones: estas revistas (y sus lectores), y especialmente Ajoblanco, querían inventar otras vidas posibles. Radicalmente. Pocos años después, el primer número de La Luna de Madrid (1983) llevaba en la portada: "Madrid 1984: ¿la posmodernidad?". "Y ya estamos a la Luna de Madrid-Valencia, es decir en la Posmodernidad. Perdidas todas las utopías y todas las ilusiones", escribía ahí José Luis López Aranguren. Ninguna de las revistas fundamentales de esta época pasó del año 79.

Portada del número 13 de 'Ozono' (1976). Portada del número 13 de 'Ozono' (1976).

Portada del número 13 de 'Ozono' (1976).

Me refiero a Ozono, Ajoblanco y Star, pero en Todo era posible están asimismo El Víbora, Bicicleta, Alfalfa, Vindicación Feminista, El Viejo Topo, El Despeñaperro Andaluz (casi la única mención andaluza junto a Poesía 70), Euskadi Sioux, Globo, Los Marginados (dirigida por una organización católica de jóvenes expresidiarios), Vibraciones y otras tantas y anteriores, tradicionales pero subversivas frente a la dictadura, que calentaron el terreno. Merece tanto la pena la lectura e indagación en Todo era posible que citaré como aperitivo los contenidos que anuncian tres portadas cualquiera. El número 6 de la Ozono de 1975, que conjuga a la perfección lo popular y contestatario español con el intelectualismo de afuera: Feminismo y/o liberación, Dossier Lluis Llach, José Menese, Pasolini, Aranguren, Betty Friedan, Simone de Beauvoir. Número 37 de Ajoblanco, 1978: Dossier Homosexualidad, Extremadura: agricultura alternativa, Teodorakis, Cine canario, Levy: autonomías y anarquismo. El Viejo Topo, 1979: Einstein, el hombre y el mito; Entrevista con Roland Barthes, El comunismo ecológico-autoritario de W. Harich, F. Letamendia: historiador del pueblo vasco… En un artículo reciente de El País, Diego Manrique lo pone en duda, pero en Todo era posible leemos que Ajoblanco llegó a vender 100.000 ejemplares, Star y Ozono 50.000. Cada uno rulaba por las manos y los ojos de diez personas distintas.

"Se menospreciaron y ocultaron una serie de hechos, una serie de luchas y a una serie de personas para dar una imagen, tanto interior como exterior, de país moderno, europeo, pacífico y unido, pese a que no era así", asegura Manuel Moreno en el prólogo de este libro. Se hablaba de los lectores de estas revistas en la prensa generalista como ahora de los millennials: con miedo, curiosidad y desconocimiento, con la diferencia clave de que a los jóvenes de hoy conviene conocernos bien -escrutarnos- para así poder vendernos de todo. Y no es la única comparación inevitable. No resulta extraño leer en estos días en algunos periódicos (no en todos, desde luego) titulares como "La liberación de la vida cotidiana" o "Cómo mejorar la vida urbana" y, bien planteados, estos temas nos parecen novedad, casi una transgresión. Pero ni lo uno ni lo otro: podían leerse en un número cualquiera de muchas de las revistas citadas aquí hace al menos 45 años (¡45!). El gran problema es ese salto, vacío o paréntesis que convirtió la contracultura en cómoda subcultura para el nuevo establishment y que duró hasta el 15-M, cuando volvió a hablarse de la Cultura de la Transición. ¿Cuánto podría haberse avanzado de haber seguido leyendo estas revistas? ¿Tendríamos hoy otro futuro posible? ¿Acaso alguno? 

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