'Un asunto demasiado familiar' | Crítica

Novela negra sin márgenes

  • Rosa Ribas demuestra su maestría en un género en el que se siente tan cómoda como para crear una obra en la que apenas importa la trama

La escritora Rosa Ribas (El Prat de Llobregat, 1963).

La escritora Rosa Ribas (El Prat de Llobregat, 1963). / José Ángel García

En una reciente entrevista que le hizo Karina Sáinz-Borgo en Zenda, Dolores Redondo aseguraba que la novela negra se le había quedado pequeña. La periodista venezolana, que este año ha destacado por su La hija de la española, se dio cuenta rápido de que en aquella frase había chicha y apostó por ella para el titular. "Los márgenes de la novela negra me quedan pequeños para contar lo que quiero contar", podía leerse unas líneas por encima de la foto de la escritora navarra posando ante un precioso caserío. Todo rodeado de verde, de ese bosque mágico que es el alma de su literatura, o al menos de la trilogía del Baztán, que tan bien le ha funcionado en las librerías pero que tan poco poso dejan en el lector. Al menos en este lector.

Cualquiera que lea el titular puede dudar de si Redondo está pecando de insolencia o si es que simplemente dice algo así por puro desconocimiento. ¿O acaso Crimen y Castigo o Santuario, por poner dos ejemplos, no son novelas negras? Uno se pone a leer la entrevista hasta que encuentra el desarrollo del titular. Dice la buena señora que ella no escribe novela negra sino novela mestiza, que vaya usted a saber lo que es. Y añade que lo que quiere es hablar de la familia, que "es un hilo conductor" constante en sus novelas. Acabáramos. O sea, que para hablar de una familia no se puede escribir una novela negra sino que hay que inventarse un género nuevo.

Da la casualidad de que unos días después de leer esta entrevista, cayó en las manos de quien esto escribe un ejemplar de Un asunto demasiado familiar, la nueva novela de la escritora Rosa Ribas, que ha publicado recientemente la editorial Tusquets. Y resulta que Ribas hace un estudio antológico de la familia sirviéndose de una novela negra. Vamos, que le da un guantazo sin manos a la de Todo esto te daré. A Ribas los corsés del género, si es que de verdad los hay, no parecen apretarle sino todo lo contrario. Su literatura vuela alto, muy por encima de la trama. La construcción de los personajes y sus relaciones entre ellos es quizás lo mejor de un libro que se termina y deja las ganas de que a la autora le dé por continuar por ese camino y hacer una serie con esta peculiar agencia de detectives. Como ya lo hizo con la trilogía de los años oscuros, en los que una periodista investigaba crímenes en la Barcelona de los años 50 a lo largo de tres libros.

Ribas es una veterana. Además de Los años oscuros ha firmado una serie de novelas protagonizadas por la comisaria Cornelia Weber-Tejedor y otra que llevó por título La detective miope, pero también ha cultivado otros géneros como el histórico. Es natural de Barcelona, donde se ambientan la mayoría de sus novelas, pero reside desde hace casi treinta años en Alemania.

Portada del libro. Portada del libro.

Portada del libro.

En Un asunto demasiado familiar disecciona una familia de una forma que nada envidiaría Jonathan Franzen cuando escribió Las correcciones. Ribas presenta a una familia de detectives privados que tienen una agencia en un barrio humilde de la periferia de Barcelona. Todos los personajes esconden algo, tienen un pasado turbio, sufren algún trastorno mental o atraviesan problemas importantes en su vida. No hay buenos ni malos, ni blancos ni negros. Ni siquiera una trama como tal, pues la que hay no es más que un macguffin para enganchar al lector y llevarlo al terreno que la escritora quiere: el del estudio de la familia.

El libro consta de tres partes y decenas de capítulos muy cortos, que hacen muy cómoda la lectura. El punto de vista va cambiando continuamente y pasa de unos a otros de los miembros del clan. Todos son detectives, así que lo de engañarlos va a ser difícil. Hay humor negro, y también ironía fina, acidez y sarcasmo. Como buen noir, tiene un punto de crónica social y da gusto ver cómo una mujer que vive en Frankfurt lleva al lector por los bajos fondos de Barcelona, al más puro estilo Alexis Ravelo por los de Las Palmas de Gran Canaria. Hay matones, borrachos, putas, perdedores... la base de una receta perfecta, pero también hay una minuciosa observación de la realidad. Y además, ha sido tan inteligente como para no hacer referencia al procés, las protestas y toda la pesadilla independentista que sacude Barcelona. Porque en el barrio en el que se desarrolla la novela eso queda tan lejos que a los personajes les importa un bledo. Lo que les importa es sobrevivir. E inflar de vez en cuando una factura para darse un capricho.

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