Crímenes a la francesa | Crítica

La imprevisión y el cálculo

  • Antologada y traducida por Mauro Armiño, en 'Crímenes a la francesa' se recoge un siglo de literatura policial, hasta la llegada del género negro, en la entreguerra europea

Gaston Leroux, uno de los autores antologados por Armiño

Gaston Leroux, uno de los autores antologados por Armiño

Los plurales saberes de Mauro Armiño reúnen aquí una breve antología del relato policial francés que abarca la totalidad de un siglo: aquél que va desde los inicios del género, a primeros del del XIX, hasta la aparición del noir, ya en el periodo de entreguerra, cuando Hammett, tan admirado por Cernuda, le otrogue un frenesí cosmopolita y sucio al más apacible roman policier que inaugura el chevalier Dupin con Los crímenes de la rue Morgue. Armiño no deja de señalar, por otro lado, el antecedente "policial" del Zadig de Voltaire, que actualiza el motivo de la Peregrinaggio renacentista de Cristóbal Armenio, donde se recogían las aventuras de los tres hijos del rey Serendib o Serendippo, y del cual extraerá Horace Walpole el término serendipia... Sea como fuere, es en el Tratado de la tolerancia donde Voltaire llevará a la práctica sus saberes policiales, traídos, como vemos, del perfumado oriente literario que llegó a Europa en las galeras de la Serenísima.

Como es lógico, el lector aficionado encontrará muchos motivos de felicidad en las presentes páginas. Páginas de desigual invención, pero en las que se expone ya, junto a la necesidad de precisión que abruma al XIX, la urgencia de lo imprevisible y lo enigmático. Sin esta basculación no encontraríamos el lugar adecuado para "el dandy de lo imprevisto" que imagina Richepin en su Deshoulières. Y tampoco las felices invenciones de Gaboriau, que prefigura el modo en que Holmes actúa. Sin esta doma de lo irracional, en suma, no explicaríamos esa fuerte presencia estamental (médicos, jueces, policías...), en torno al vacío y la perplejidad del crimen. No podemos decir, por otra parte, que el cuento de Apollinaire sea un cuento policial. Si ocurre así con el relato que cierra la antología, y que incluye ya una cita erudita; vale decir, una historia del género: en El hombre de la piel de cabra, Leblanc hace un homenaje expreso a Poe, no exento de burla.

Finalicemos ya. Si El barrilito de Maupassant es lógico y memorable, en El asesino de Philippe es la locura quien nos habla.

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