Introducción a la Historia | Crítica

La exploración del pasado

  • 'Introducción a la Historia' es un manual breve y conciso sobre la disciplina histórica, tanto en lo que concierne a su cometido, como a los diversos modos en que se ha elaborado desde Herodoto a nuestros días

Imagen del historiador valenciano Francisco Fuster

Imagen del historiador valenciano Francisco Fuster

En el presente ensayo, el profesor Fuster se impone la tarea, en absoluto fácil, de clarificar en qué consiste la Historia. Clarificación que se dirige tanto a los jóvenes que hoy se inician en tal disciplina, como al lector avezado en tales estudios, y que conoce ya larga y varia controversia, nacida con Herodoto y Polibio, sobre qué cosa sea la Historia y cómo debe elaborarse para devenir un conocimiento fiable y riguroso. La empresa propuesta por Fuster se divide, así, en varias cuestiones, que atañen tanto a la propia historia de la Historia, como al contenido que dicho saber ha ido acopiando durante siglos. A lo cual se añaden, como ejemplos inversos, asuntos de naturaleza política como la “memoria histórica”.

Las corrientes históricas nos devuelven un reflejo profundo de cada época y explican la cambiante consideración del hecho humano

Quede claro que Fuster no busca traer novedad alguna al campo de la historiografía. Y tampoco añadir un nuevo enfoque a los ya existentes; se trata de la pulcra exposición de un problema complejo, que abarca desde el simple tratamiento de los datos (desde aquellas primeras indagaciones filológicas de Petrarca y Valla), hasta el campo, cada vez más extenso, del tejido histórico, que podríamos ejemplificar en la Historia nocturna de Ginzburg. En tal sentido, lo más interesante de este manual es la enumeración y el análisis de las distintas corrientes históricas; corrientes que a su vez nos devuelven un reflejo profundo de cada época y que explican, en gran modo, la cambiante consideración del hecho humano.

De ahí no se deduce que la Historia sea un saber arbitrario y falible, sino sujeto a condiciones distintas. Probablemente, la enseñanza más valiosa de cuantas aquí se imparten sea ésta de recordar que la Historia es una ciencia que atañe al hombre y por tanto difiere de las ciencias exactas. Esta distinción crucial ya la estableció Vico en el XVIII respecto de la Historia, como Spinoza la había establecido antes respecto de las Escrituras. Su vigencia, sin embargo, sigue intacta. También en lo concerniente a la pericia literaria del historiador. El historiador debe ser, siempre, un literato de la verdad, un artista gravado por los hechos.

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