La guerra | Crítica

Arte de extinguir

  • 'La guerra', de Ana María Shua, es un libro de linaje borgiano, donde la belicosidad del hombre aparece retratada a la luz ambarina de la fantasía. Una fantasía, obviamente, de naturaleza ominosa

La escritora argentina Ana María Shua

La escritora argentina Ana María Shua

Este libro de Ana María Shua es deliberadamente borgiano. Tanto en su configuración, en su concepto, como en esa tenue irrealidad, agravada por el juego erudito, que distinguió a Borges. Para este La guerra es fácil acudir a su Libro de los sueños como modelo. No sólo por la colectánea de textos breves, de elaborada concisión, como por el tema bajo el que se acogen, de no menor importancia. Decía Cunqueiro, otro gran escritor imaginativo del XX, que “el hombre ha puesto más imaginación en la cocina que en el amor o que en la guerra”. No estamos tan seguros de los afirmado por el maestro de Mondoñedo. Sobre la infinita ductilidad de la guerra, de las hostilidades, de la punición, del crimen, del honor, del miedo, del exilio, quiere trabajar, acompañándose de la fantasía y de la Historia, de ciertas convenciones periodísticas, Ana María Shua. Sin hacer olvido de otro género caudaloso y heteróclito: la mitología.

Hay en este 'La guerra' el juego erudito con el ayer y la ensoñación futurista de una belicosidad post-humana

Como es obvio, pesa sobre esta obra la tutela del general Sun Tzu, sombra caballera por los antiguos caminos de China, así como la del general Von Clausewitz, cadete en Berlín, cuyo vademécum conocemos gracias a su viuda, quien firma el prólogo de la primera edición en Postdam, en junio de 1832. Hay en este La guerra, como digo, el juego erudito con el ayer y la ensoñación futurista de una belicosidad post-humana, cuya ardiente sed de sangre acaso no sea privativa de nuestra especie. Hay, con todo, junto a brevísimos relatos de impecable solución, relatos demasiado hechos, debido, probablemente, a una desconfianza en el lector, cosa que opera contra de la eficacia de este tipo de literatura. Una literatura, no lo olvidemos, compacta y meticulosa y, sin embargo, constitutivamente vaga.

No son pocos, en cualquier caso, los relatos en que se expone un suceso y se le nimba de misterio. A esta delicadísima operación se le llama literatura. Un tipo muy preciso de literatura, despojada y elusiva, de la que se desprende una idea -la guerra, en este caso-, como si fuera una criatura levítica, errante aún, y fatigada, por los caminos del orbe.

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