'Historia madrileña del medio siglo' | Crítica

Viejo Madrid

  • En 'Historia madrileña del medio siglo', Neville, narrador consumado y tocado por el ingenio, descarta los grandes acontecimientos y se interesa por la vida mundana y los personajes curiosos

El escritor y cineasta Edgar Neville (Madrid, 1899-1967).

El escritor y cineasta Edgar Neville (Madrid, 1899-1967).

Madrid, capital de España, villa y corte. Traída al primer plano por la insoslayable pandemia, por los desmanes políticos, por la turbia amenaza de la peste que no distingue. Madrid decadente, ruina y esplendor, poblacho y urbe moderna. Mortalmente contradictoria, cantada y contada, amada y odiada. Ciudad para la nostalgia, para la pérdida y el encuentro. Siempre nueva, vieja siempre. Viejo Madrid, pobre Madrid.

Leyendo el clarividente retrato de Madrid que hace el gran –y escasamente valorado, no suficientemente conocido– Edgar Neville, el lector tiene la sensación de encontrarse ante un eterno déjà vu, ante la estampa contradictoria de una ciudad de provincias grande que una vez, o muchas a lo largo de su historia, se creyó el centro del mundo. El cineasta, escritor, dramaturgo, articulista, aristócrata, hombre de mundo, y hasta actor de reparto a las órdenes de mismísimo Charles Chaplin, Edgar Neville la perfila como un lejano espejismo en el que contempla, con los ojos atentos del recuerdo ensoñado, la ciudad en la que vivió su juventud. Paraíso rememorado, la urbe se conforma como paradigma del espacio mítico personal.

En Historias madrileñas del medio siglo, el director de La torre de los siete jorobados desarrolla una crónica personalísima que retrata fielmente el discurrir de la primera mitad del siglo XX en la capital de España. El autor pasa de puntillas por esos grandes acontecimientos que marcan la Historia con mayúsculas, para centrarse en esa otra historia llena de frescura y dinamismo conformada por los acontecimientos mundanos, las modas artísticas y literarias y el sabor de la vida cotidiana, esa pequeña gran historia cuajada de personajes curiosos, artistas de cabaret, escritores y cupletistas. También políticos y pensadores, dibujantes de éxito y humoristas en ebullición.

Con Edgar Neville se recupera a un autor de carisma apabullante e inteligencia abrumadora

Las contundentes trazas de buen articulista de Neville, sus dotes de narrador consumado y su indudable ingenio, se concentran en este particular repaso al medio siglo madrileño. El autor, y con él el lector, sucumbe ante la viveza de la anécdota bien hilada que trasciende la narración estática de los hechos puramente históricos.

Madrid es el centro de muchos de los textos de Neville, también la constante fuente de inspiración de muchas de sus películas. Con Mi calle comparte este libro, por apuntar un ejemplo, el tono nostálgico y a la vez crítico; con El último caballo, la comprensión y la empatía con un mundo, el suyo en este caso, a punto de desaparecer para siempre; y con Domingo de carnaval o El Baile, el aire insolente de ese Madrid mundano capaz de hacernos viajar en una sola noche del lujo a la bohemia.

Historia madrileña del medio siglo vio la luz por primera vez en 1951, en un número extraordinario de la revista Arte y Hogar. Ahora aparece publicada por primera vez en libro con un jugoso prólogo de Fernando Castillo. Ediciones Ulises hace una apuesta arriesgada y necesaria por recuperar a un autor de personalidad apabullante e inteligencia abrumadora.

Nos encontramos ante un libro marcado indudablemente por la época en la que fue publicado, en plena etapa dura del franquismo. Por eso no es de sorprender que Neville pase por alto algunos aspectos de la vida española del momento o que haga una lectura tan sui géneris de ciertos acontecimientos políticos, como la proclamación de la II Republica o el inicio de la Guerra Civil española, teniendo en cuenta, sobre todo o quizás por eso, que él estuvo afiliado a Izquierda Republicana antes de que estallara el conflicto bélico.

Es ésta la biografía de una ciudad, y como buena biografía tiene mucho de recreación

En Historia madrileña del medio siglo, Neville perfila la biografía de una ciudad y, como todas las buenas biografías, tiene mucho de recreación y de imaginación. En este retrato predomina el tono melancólico, aunque no sea nada complaciente. El autor asume los adelantos y recursos de la vida moderna –todo lo moderna que podía ser la vida en España en los años 50– con explícita reticencia. Su punto de vista es, sin duda, conservador, aunque esta mirada nostálgica del pasado tenga que ver sobre todo con sus querencias personales, con el recuerdo de una época de juventud en la que él fue feliz.

Al lector le sorprenderá la frescura de su prosa, el rigor de sus comentarios siempre envueltos en una pátina de descuidada elegancia, su acertado análisis de la vida cultural de ese Madrid que, pese a sus sombras, amaba por encima de todas las cosas. No falta el humor, ese punto irónico e inteligentísimo que predominó en un puñado de memorables humoristas y dibujantes de su generación, como su querido amigo Tono.

Neville fue capaz de construir verdad con ficción bien urdida. Es por eso por lo que el lector encontrará en Historia madrileña del medio siglo, no una lección de historia, sino de vida.

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