El historiador en el estadio | Crítica

El mapamundi del balón

  • Toni Padilla analiza en ‘El historiador en el estadio’ la geopolítica del fútbol

El periodista Toni Padilla, con Diego Armando Maradona.

El periodista Toni Padilla, con Diego Armando Maradona.

A Albert Camus se le atribuye aquello ya célebre de que todo lo que conocía sobre la moral de los hombres se lo debía al fútbol. Pero hay otra frase suya que enlaza bien con la geopolítica futbolera de la que nos habla aquí el periodista deportivo Toni Padilla. "La patria es la selección de fútbol", dijo Camus.

Política, estado, guerra y fútbol han ido a la par en innúmeras ocasiones. Los biempensantes, como hoy ocurre, siempre hablan de apartar la política del fútbol. Es como ir a la playa soslayando la arena. La Italia de Mussolini, el Portugal de Salazar, la Alemania de Hitler, la España de Franco, las dictaduras latinoamericanas del XX, por citar algunos ejemplos, aprovecharon el veta popular del fútbol para dar fuste añadido a su doctrinario (lo analiza Cristóbal Villalobos Salas en Fútbol y fascismo). Toni Padilla alude a las clásicas referencias sobre política y balompié (La guerra del fútbol entre Honduras y El Salvador de Kapuscinsky o Fútbol contra el enemigo de Simon Kuper).

Portada del libro. Portada del libro.

Portada del libro.

Si a usted le agrada el maridaje entre historia y fútbol, aquí tiene su elixir. Padilla glosa la historia de cuarenta clubes de fútbol del mundo en atención a las alegrías y tragedias de los siglos XX y XXI. Algunos de estos equipos nos suenan últimamente. Caso del funambulista Shaktar Donetsk, el equipo de los mineros, vinculado a la región prorrusa del Donbás, en Ucrania, y donde ahora, de nuevo, la guerra vuelve a extender su hálito. Es el caso, también, del esotérico Sheriff Tiraspol, algo así como el Barça de Transnistria (región separada de Moldavia y no reconocida por nadie). El Sheriff se jacta de ganar la liga del país al que no quiere pertenecer. Como el Velez de Mostar en Bosnia, como el Ferencváros húngaro, como el Panonios de Atenas (y así hasta los cuarenta), se puede decir, parafraseando a Galdós, que dondequiera que va un equipo de fútbol lleva consigo su novela, su avatar, su historia.

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