Cultura

El hombre vulnerable

  • El mexicano Alberto Chimal compagina en 'Los atacantes', publicado por Páginas de Espuma, una generosa imaginación con una sentida inquietud por los males de la sociedad contemporánea.

Los atacantes. Alberto Chimal. Páginas de Espuma. Madrid, 2015. 120 páginas. 14 euros.

Al comienzo de Los atacantes, el conjunto de relatos que Alberto Chimal (Toluca, México, 1970) publica en Páginas de Espuma, una mujer tiene que desdibujarse -cambiar de maneras de vestir, de peinado, de teléfono- en su empeño de librarse de un acosador. En ese cuento, titulado Tú sabes quién eres, la coda con que se cierran los mensajes enviados a esa chica, el criminal relatará los métodos empleados con la víctima, y, de paso, se preguntará sobre la débil identidad de la muchacha. "¿Tú piensas que Sonia sabía quién era ella misma? Yo creo que no. (...) Llegó a preguntárselo, tal vez dos o tres veces en toda su vida, en momentos de crisis, de los que asustan a tantas personas porque obligan a pensar más profundamente, a quedar a solas con la propia conciencia".

La primera historia ya parece anticipar las intenciones de su autor: hablar, con una inquietante hondura pero también con un humor malévolo, del desamparo del hombre contemporáneo. "En México tenemos una especie de frase hecha, no hay nada que hacer, no hay salida. Es una sensación que se comparte por muchos lugares y, en cierto modo, representa este libro. No la documenta, pero sí la fija", apunta Chimal, que esta semana acudió al Recital Chilango Andaluz celebrado en Sevilla.

El narrador, no obstante, refleja ese desencanto con maneras sorprendentes, y por unos relatos de falso realismo desfilan vampiros, extraterrestres, zombis -en una pieza que homenajea a Bolaño- y personas poseídas o enfrentadas al apocalipsis. "Una de las cosas que pretendía en el libro es jugar con estos personajes clásicos. Tratar de darles algún tipo de vuelta, ver qué más se podía hacer con ellos. Estamos en una época en la que la mirada a estos mitos se ha vuelto muy superficial, casi como de parodia, y hay ciertos argumentos que ya no funcionan. Mi interés era investigar cómo se podían renovar. Es un juego que quizás no sea muy evidente en el libro, pero para mí era importante a la hora de trabajar", expone.

Chimal disecciona, entre otros males y peligros de la sociedad actual, los vínculos entre las nuevas tecnologías y la locura, el impulso que algunos perturbados encuentran en internet y las redes sociales, la facilidad con la que alguien, ahora, puede acosar a otro. En Connie Mulligan, un relato tan estremecedor como hilarante, el responsable de la editorial de una universidad padece los devaríos de una mujer que le escribe, una incómoda experiencia que vivió el propio Chimal. "Me tocó recibir correos delirantes de una persona desconocida durante poco más de un año. Era muy extraño, porque se notaba que esta persona no me escribía a mí sino a una idea que se había hecho de mí a partir de lo que había leído en los periódicos, por textos que yo había publicado. La sustancia de lo que escribía eran delirios religiosos en los que ella era una especie de mesías o de profeta que iba a sobrevivir a un apocalipsis, y esa idea que tenía de mí estaba dentro de ese delirio. Visto desde fuera es muy interesante, porque habla de cómo se integran ciertas patologías en la vida social, pero estando uno metido es muy desagradable".

El autor, para quien es "imposible que la escritura no se asiente en la vida, por muy estrambótico que pueda ser lo que cuentas", también indaga en las relaciones de poder, especialmente en los dos últimos relatos, Él escribe su nombre, que se adentra en la intimidad de una pareja, y La gente buena, en la que reinterpreta el tema del vampirismo con la lucha de clases como trasfondo. "No me lo había planteado así", asegura Chimal, "pero una chica que hizo una tesis sobre mi trabajo para una universidad me comentaba que a ella le parecía que mi obra tenía dos polos: la imaginación y el poder. Yo pensé durante mucho tiempo en el primer componente, pero sí, el poder está ahí en lo que escribo, como influencia externa, como fuente de conflicto". México, inevitablemente, se vislumbra en los paisajes que describe el escritor. "Estos cuentos se hicieron en los dos últimos años, en un momento además en el que se iba comprobando que la violencia criminal que había marcado tanto años anteriores no había cesado, más bien había dejado de ser publicitada", dice. "Hay mucho silencio forzado por parte de los poderes fácticos con respecto a la difusión de lo que ocurre en el país. Y el desasosiego que genera eso está en el libro".

Chimal es uno de los exponentes de la literatura de imaginación, que apuesta por la fantasía como recurso literario. "Es algo satanizado en la narrativa tradicional mexicana, pero a nosotros, a mí y a algunos compañeros, nos da mucha libertad para tratar todo tipo de temas, incluso de representar la realidad de manera oblicua, distorsionada, para revelar así ciertos aspectos que de otra forma no se verían". El escritor considera que es "un momento muy interesante en México para este tipo de narrativa. Se están dando una serie de descubrimientos y de revalorizaciones, de autores que por mucho tiempo fueron olvidados. Por ejemplo, hay uno que ya se ha dado a conocer acá en España, Francisco Tario, que durante 60 años circulaba prácticamente en fotocopias, porque no se reeditaban sus libros, no se le hacía el menor caso".

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