Inés Plana. Escritora

"El bien y el mal son relativos porque no estamos hechos de una sola pieza"

  • La autora retoma en 'Lo que no cuentan los muertos' al personaje de Julián Tresser y explora el tema de las desapariciones, "que destapan muchos dilemas y demonios familiares"

La escritora aragonesa Inés Plana.

La escritora aragonesa Inés Plana. / Asís G. Ayerbe

La aragonesa Inés Plana (Barbastro, 1959) recupera al protagonista de sus dos anteriores novelas, el ahora capitán de la Guardia Civil Julián Tresser, en Lo que no cuentan los muertos, publicada por Espasa, una historia de extrañas desapariciones, corrupción e intrigas familiares, con el trasfondo de la crisis económica de la anterior década. Rita Marí y Eduardo Molaro se disponen a cenar en el jardín de la mansión en la que ella vive, pero esa cena nadie la toca, queda intacta, porque los dos desaparecen sin dejar rastro, ni una sola pista. Las cámaras no captan ningún tipo de movimiento, no hay violencia, no hay forcejeo, no hay nada, "y nadie sabe cómo han desaparecido estas dos personas que, además, cuentan con una gran coincidencia", adelanta Plana sobre su libro. "A pesar de proceder de mundos muy diferentes, los dos son supervivientes de una catástrofe aérea, cuando se dirigían a Tailandia. El joven militar Eduardo Molaro, recién casado, viaja junto a su esposa, mientras que Rita Marí lo hace con sus tres mejores amigas. Pasado el tiempo, ninguno de los dos se perdona haber sobrevivido, cuando sus seres queridos han perdido la vida y padecen el síndrome del superviviente, que les genera mucha ansiedad. Como no son capaces de explicar esta sensación a los demás, se dan apoyo mutuamente, convencidos de que la desgracia se ha fijado una vez en ellos, pero que ya no lo va a hacer de nuevo".

–En su novela aborda el delito tal vez más complejo al que se puede enfrentar un investigador: la desaparición.

–Es complejo porque hasta que no se demuestra que la desaparición no ha sido de manera voluntaria no es un delito. Y no es un crimen porque no hay cadáver. Por eso las desapariciones son tan perturbadoras, y dejan devastadas a las familias y sus entornos. Porque en cierto modo las condena a una vida de duelo permanente y sin respuestas. Buena parte de las desapariciones dejan atrás muchos dilemas, muchas encrucijadas y demonios familiares, tal y como sucede en mi novela. En Lo que no cuentan los muertos, además, las dos desapariciones se producen de la manera más extraña, ya que es como si se hubieran esfumado por completo, y son mas complicadas de investigar. La Guardia Civil, con Julián Tresser a la cabeza, tiene que empezar a trabajar con muy pocos indicios, aunque sí hay un elemento que les incita a pensar que no se tratan de unas desapariciones voluntarias.

"Me gusta que en mis libros la frontera entre el bien y el mal aparezca de una manera difusa. En la vida real es así"

–Hay un debate en su novela entre el bien y el mal, pero entendidos como ámbitos y estados muy relativos.

–El bien y el mal son relativos porque no estamos hechos de una sola pieza. Yo presento algunos personajes que están considerados, al menos desde su apariencia exterior, como bondadosos, repletos de virtudes, incluso como benefactores que han contribuido al desarrollo de su comunidad. Pero, sin embargo, nos encontramos con el reverso, y podemos ver como la bondad se transforma en maldad y codicia. Siempre me gusta que la frontera entre el bien y el mal aparezca de una manera difusa, ya que en nuestra vida real también lo está, porque ninguno de nosotros somos buenísimos o malísimos a tiempo completo. Todos tenemos una serie de aristas que podemos mostrar en determinados momentos, en las situaciones límites, especialmente, como les sucede a algunos de los personajes de esta novela.

Portada del libro. Portada del libro.

Portada del libro. / D. S.

–En sus anteriores obras, además de los casos en cuestión, abordó asuntos candentes de nuestra sociedad, como son la violencia de género o la ciberdelincuencia, ¿que otros asuntos aborda en Lo que no cuentan los muertos?

–Aunque no es un tema principal, abordo la corrupción, y lo hago desde su origen, que es la codicia, la avaricia, que no dejan de ser pecados que explican, en gran medida, la condición humana. A mí me siguen sorprendiendo esos casos protagonizados por algunos personajes de este país, con mucho dinero, pero que aún así han cometido delitos muy graves por seguir acumulando más dinero. Para mí son inexplicables y desconcertantes. También abordo en esta novela la culpa y el dolor, así la como la crisis económica de 2012, que es el escenario en el que transcurre la historia. Una crisis en la que volvimos a ver las colas del hambre, y en las que no sólo estaban los sin techo, también se incorporaron muchas personas procedentes de la clase media.

–A diferencia de lo que podemos encontrar en otras novelas de género negro, en Lo que no cuentan los muertos la investigación es un trabajo de equipo.

–La imagen del detective solitario es muy de película americana, del FBI y demás, pero la realidad es que los cuerpos de seguridad trabajan en equipo. Y en el caso de la Guardia Civil es muy evidente, y en el de la Unidad Central Operativa (UCO) todavía más, hasta el punto que entre sus miembros hay un fuerte sentimiento de pertenencia al grupo, son una piña. En la investigación que planteo en mi novela, además, se requiere de un gran operativo, de una importante movilización de agentes. De hecho, incorporo a nuevos personajes, como es el caso de Amanda, una criminóloga, que les orienta sobre el perfil de posibles sospechosos.

"En la crisis de 2012 volvimos a ver las colas del hambre, y a ellas se había incorporado gente de clase media"

–La familia vuelve a tener, como en sus anteriores novelas, un peso considerable.

–La familia tiende a ser una fuente de conflictos porque se convive con quien el destino te ha colocado al lado y no con quien tú has elegido, como pueden ser tu pareja o amigos. Eso genera muchas tensiones, en mayor o menor medida. Tal vez por eso suele ser un tema recurrente en mis novelas, y lo vuelve a ser en Lo que no cuentan los muertos, ya que la investigación en el entorno familiar de los desaparecidos es muy importante. Las tensiones, así como los descubrimientos en esas familias aparentemente tan felices y perfectas, están muy presentes en mi novela.

–¿Hay Julián Tresser para rato o ha pensado concederle unas vacaciones?

–Tresser es muy importante para mí, he crecido con él como escritora. De hecho, hemos evolucionado los dos a la vez, ya que este Tresser no es el mismo que el de la primera novela (Morir no es lo que más duele). A día de hoy no he tomado la decisión de si voy a seguir con él o hago una pausa. En cualquier caso, tengo clarísimo que Tresser siempre aparecerá, va unido a mí, nunca lo dejaré. Además me apetece muchísimo que siga investigando nuevos delitos. Sí es cierto que he cerrado una etapa de su vida, pero me quedan aún muchos círculos por abrir de la vida de Tresser.

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