Cultura

La invisible trama

  • 'Obra de los pasajes (Volumen I)'. Walter Benjamin. Trad. Juan Barja. Abada. Madrid, 2013. 864 páginas. 41 euros.

Este primer volumen de la Obra de los pasajes forma parte de un proyecto más vasto, emprendido por la editorial Abada: la publicación, en español, de la totalidad de la obra de Walter Benjamin, tal como la establecieron Tiedemann y Schweppenhäuser. Como se sabe, la Obra de los pasajes es el legado inconcluso de Benjamin, compuesto por numerosas anotaciones y fragmentos, que pretendían establecer, de algún modo, la trama cultural, industrial y anímica en el que se sustenta el siglo XIX. Esto ya lo había hecho, a menor escala, tanto en su París, capital del siglo XIX, como en el trabajo dedicado a Baudelaire, incluidos ambos en este volumen. No obstante, es gracias a la compañía de estos dos ensayos, como puede comprenderse la ambición y el alcance de la Obra de los pasajes. Ahí, disperso entre millares de notas, late un amago de totalidad, la súbita compresión de un mundo hermético y complejo -el mundo de la cartelería, los trenes y las exposiciones universales-, que sin embargo permanece en una perpetua insinuación y en la infinita sugerencia.

No hace falta decir que la Obra de los pasajes, a pesar de su carácter fragmentario e inconcluso, es uno de los libros capitales del siglo XX. Benjamin es, quizá, el pensador más influyente de entre todos los que alumbraron la centuria pasada. Es probable, incluso, que sea el carácter inacabado de su obra, aquello que lo haya acercado más al pensamiento contemporáneo. En este sentido, Benjamin y Warburg, el Warburg que delineaba constelaciones con magnitudes y hechos de tenue u oculta relación, vienen unidos por una suerte de impulso policial. En uno y otro, su labor es una labor de indagación, de acopio de pruebas, de la que resulta, al cabo, el dibujo de una época y su invisible hilatura. Así, cuando el lector se acerque a este minucioso acopio de notas y recortes, se hallará, no ante la abstrusa amalgama de datos inconexos, sino ante un asombroso vitral, en el que esplende la silueta, el esbozo, la corpulencia y la huella de un mundo que ya no existe.

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