Javier Vela | Poeta

"Desconfío de lo autobiográfico. La memoria suele falsear lo que se ha vivido"

  • El autor recibe el XI Premio Hermanos Machado por 'Cuando el monarca espera', una hermosa reflexión sobre la escritura en la que se adscribe al linaje de los "apátridas" y los "errabundos"

Javier Vela, ayer en el Espacio Santa Clara de Sevilla.

Javier Vela, ayer en el Espacio Santa Clara de Sevilla. / José Ángel García

Desde que hace casi dos décadas se diera a conocer gracias al Premio Adonais, Javier Vela (Madrid, 1981) ha ido afianzando en los versos de propuestas como Imaginario, Ofelia y otras lunas y Fábula –también con la novela La tierra es para siempre– una voz madura e insobornable, la que atraviesa ahora Cuando el monarca espera, el libro con el que este autor afincado en Cádiz ha logrado el XI Premio Iberoamericano de Poesía Hermanos Machado. Una emocionante reflexión sobre el oficio de la escritura en la que el poeta, nacido en "un instante de indefensión y torpeza", alguien que "camina a ciegas entre sus palabras", se pregunta por el misterio (y la casa) del verbo, si hablar es despedirse o esconderse. "Suya es la raza de los distraídos", dice Vela en este poemario lúcido y hermoso, "de los sin padre, apátridas, de los divagadores y errabundos". El escritor, que publica de nuevo en la colección Vandalia, donde vio la luz Fábula, recogió ayer el galardón de manos del delegado de Hábitat Urbano, Cultura y Turismo del Ayuntamiento de Sevilla, Antonio Muñoz.

–La cita de Emily Dickinson con la que abre el libro, "Di toda la verdad, mas dila al sesgo" resulta muy reveladora, como también la frase de León Felipe que cierra el recorrido: "La poesía se apoya en la biografía. Es biografía hasta que se hace destino". Cuando el monarca espera es un libro autobiográfico, pero sabe escapar de lo evidente...

–Yo, inicialmente, desconfío de lo autobiográfico. La memoria ejerce un papel falsificador en el relato de la propia vida, y a veces nos entregamos de manera imprudente a consignar en un libro aquello que recordamos. Y lo que ocurre a menudo es que edulcoramos el pasado, para construir una narración más heroica o menos lacerante de lo que hemos vivido. Por eso, a priori, no tengo gran confianza en aquello que se inspira en la autobiografía. Aquí intentaba que hubiese una suerte de velo, una distancia crítica y formal, desde la que se contemplara la experiencia.

"Es importante que la poesía siga ejerciendo un papel de resistencia frente a los discursos dominantes"

–El jurado del premio definió su poesía como hermética, y usted defiende que no hay que tener miedo a cierta abstracción, confiesa estar saturado como lector de la poesía realista.

–Sí, yo no concibo una idea mimética de la realidad. Al menos para mí mismo, la escritura puede resultar transformadora, en el sentido de que interpretar míticamente la realidad ofrece perspectivas renovadoras. Y con respecto a lo del hermetismo, yo no recurro a una fórmula premeditada, me sale así. Pero esa forma de escribir también tiene que ver con una forma de leer, y en este sentido sí me noto un hartazgo de los discursos directos. Somos básicamente incomunicación, y creo soberbio y deshonesto querer trasladar la realidad íntima, psicológica, emocional, al lector tal cual sale de ti. Un remedio que puedes plantear como autor a ese hecho fraudulento es poner metáforas, imágenes con una proyección simbólica que ofrezcan puentes a la figuración, caminos para que el lector transite por ahí, apostar también por una obra crítica y compleja. Por circunstancias históricas, en este y otros países, el poeta no podía decir según qué palabras. Es importante que hoy la poesía siga ejerciendo su papel de resistencia frente al discurso dominante.

–"¿Cómo anular el yo?", se pregunta en uno de los versos. Y en el libro, quizás por prudencia, pasa en ocasiones de la primera persona a la tercera.

–Sí, porque en general la primera persona me resulta obscena. Suele ser en no pocos casos artificial, suele exacerbar o llevar al paroxismo pasiones que son muy cotidianas, humanas y sencillas, que podrían contarse de manera más liviana. Y la tercera persona ofrece una distancia crítica que a mí me interesa, permite no caer en ese tópico de alguien que se toma demasiado en serio. Ese énfasis en la identidad crea problemas, se ha visto a gran escala, en la sociedad: cuando alguien se aferra a lo suyo no se construyen puentes para entender al otro, cauces para la comunicación. La tercera persona permitía hablar del yo sin que ese yo se impusiera sobre la propia conciencia.

Javier Vela recibe el diploma del premio de manos de Antonio Muñoz. Javier Vela recibe el diploma del premio de manos de Antonio Muñoz.

Javier Vela recibe el diploma del premio de manos de Antonio Muñoz. / José Ángel García

–En el fragmento El poeta insiste en la fabulación hace un emocionante inventario en el que las referencias culturalistas se suceden junto a pasajes vividos. Uno siente también la tristeza de García-Alix o el dolor de Chet Baker...

–No sé muy bien qué significa culturalismo, aunque cuando uno empieza a escribir sí lo estudia; era un camino de la poesía en el que uno ponía encima de la mesa sus recursos, sus lecturas. Yo lo entiendo ahora de una manera más plural: entiendo que es el reflejo de una experiencia humana, que también implica una vertiente cultural, con manifestaciones que pueden ir de la música a la gastronomía. Y esas referencias están imbricadas en el bagaje de una persona. Me sentí cómodo al hacer en esa parte del libro una especie de recuento, de inventario del pasado reciente, al modo en que Perec escribe Me acuerdo, o la manera en que determinados autores de vanguardia, que me interesan bastante, establecen coordenadas autobiográficas y no a partir de lo estrictamente personal: los objetos, las canciones, las piezas de arte, los lugares, la geografía. Esa cartografía emocional que compone también la experiencia del ser humano.

–Qué bello el adagio de Ory al que alude: "Sé poeta un instante y hombre todos los días".

–Me encanta, te dice que si tienes que ponerte la máscara que sea por poco tiempo. Lo importante es ser cívico, comportarse como un ser humano con tus vecinos, con el hombre al que le compras la fruta. Luego, si quieres, da un discurso, pero no olvides que uno empieza a ser poeta en esos pequeños detalles también.

"La primera persona me suele parecer obscena. Lleva hasta el paroxismo pasiones que son muy cotidianas"

–Ha creado con María Alcantarilla la editorial Firmamento, que arrancó con Días de hambre y miseria, de la neerlandesa Neel Doff. ¿Qué puede contar del proyecto?

–Es un sello editorial de naturaleza independiente que intenta dialogar con la tradición hispanoamericana y europea, con una literatura no canónica, que creemos que no ha llegado todavía en condiciones suficientemente dignas a España. Autores olvidados a los que el mercado editorial de aquí no ha tratado con la dignidad que merecían y que pueden dialogar con la obra de creadores recientes. Tenemos una línea de trabajo con escritores contemporáneos, actuales. Este otoño publicaremos a Mike Wilson, un autor nacido en Norteamérica y educado en Argentina y Chile, o a Martine Delvaux, una feminista canadiense de primera línea que aquí no se ha publicado. Vamos a dar cabida a autores clásicos que no tuvieron suerte y a voces del presente que demandan a un lector exigente, en contraste con cierta tendencia de la edición de hoy a malbaratar cada página que imprimen, a desatender a una comunidad lectora, con una base crítica, que no se siente reconocida en lo que se publica.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios