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"Los bares son el lugar perfecto para la verdadera soledad"

  • El escritor y editor Manuel García publica 'Prado negro', un poemario en el que regresa a sus raíces rurales del oriente andaluz

El poeta, novelista y editor granadino afincado en Sevilla Manuel García (Huéscar, 1966).

El poeta, novelista y editor granadino afincado en Sevilla Manuel García (Huéscar, 1966). / D. S.

Los griegos de la antigua Hélade señalaron el fuego, la tierra, el aire y el agua como los cuatro elementos de la naturaleza. Aristóteles añadió un quinto: el éter. En Manuel García (Huéscar, Granada, 1966) su obra poética también tiene cuatro elementos orbitales. A saber: los libros, los perros, la música y el alcohol.

Si incluyéramos un quinto elemento aristotélico, añadiríamos el paisaje duro y, en cierto medida, el país al que lleva todo retorno. "Todo lo que escribo es plenamente autobiográfico. Soy un poeta lírico sin impostación". Prado negro (Hiperión) es el último de sus libros. El título está tomado de un pueblito del oriente andaluz, Prado Negro, que viene señalado en la carretera que va de Baza a Granada.

El primer capítulo del libro lleva este rubro: De geografía literaria (once paisajes extremos). "Vivo en una ciudad, Sevilla, porque aquí es donde se vive bien. Pero necesito la ruralidad. Mi cuerpo reclama la naturaleza de donde procedo. Creo que la muerte me pide la integración con este paisaje duro y agreste". ¿La muerte? ¿Se intuye ya el último otero por el horizonte? "Prado negro es un libro que tiene su negrura. Obedece a una etapa de mi vida relacionada con la muerte. No me obsesiona, pero aflora espontánea cuando escribo".

Un campo de cerezos en Piornal. Una cortijo ruinoso en Santiago de la Espada. Un trueno de tormenta en Galera ("Como la voz que llega del futuro, / así es la voz del trueno"). El silencio y el "blanco sudario" que deja la nieve en su Húescar natal... La letra y la música podría sonarnos a otra variación de la llamada España vacía (o vaciada, para los más ideologizados). "Los políticos saben que sacar del olvido lo rural trae votos. Vox reivindica una forma de vida tradicional a la que la izquierda le ha dado la espalda. El campo, la caza o los toros son también la realidad de España desde que somos país. Pero el término España vacía me parece interesado".

Portada del libro. Portada del libro.

Portada del libro. / D. S.

Igual que existe un escritor desdoblado en novelista (Mañana cuando yo muera, sobre Ángel Ganivet) y en poeta, la poesía en sí misma de Manuel García también se desdobla en verso o en prosa poética. "Son los poemas los que me piden que los escriba de un modo u otro (endecasílabos, alejandrinos, heptasílabos). A veces opto por el ritmo fluido en prosa. La poesía te busca a ti: el poema viene de abajo arriba". Y añade, cara al espejo: "Provengo de la cultura del Siglo de Oro y de la Generación del 27. Soy poeta de música y oído". De ahí, por ejemplo, el poema El árbol del ahorcado, metáfora de un granado podrido en un campo de Álora: "Cuelga noviembre sus granadas muertas / en el árbol sin luz de los ahorcados".

Otros poemas, como los de Cuaderno de otoño, reclaman otro fluido que viene de los pequeños poemas en prosa de Baudelaire y de Juan Ramón Jiménez. "Prosa y crueldad, ahí me veo. No me interesa la prosa bella. Busco provocar al lector, tal vez por mi carácter. Desde que publiqué De bares y de tumbas la prosa ha ido comiéndose la poesía".

Esta prosa zampona se nota en las poemas dedicados a la madre o a los niños de pueblo ("Nuestra paz era la guerra de todo lo que nos rodeaba. Éramos niños de pueblo"). Sorprenden las piezas que evocan torturas infantiles e infligidas a los animales de campo. ¿Y si lo denunciamos al Partido Animalista? "Los niños de pueblo aprendíamos la vida con los animales. Cazábamos murciélagos y les dábamos de fumar. O pescábamos peces, los llenábamos de bolitas de plomo y los metíamos en los vinos que bebían los mayores. Es difícil entenderlo hoy, pero teníamos un gran respeto por la naturaleza. Según la ecología de hoy, fuimos terroristas y salvajes. Los urbanitas de tendencias ecológicas no tienen ni pajolera idea de lo que es la crudeza de la ruralidad".

Dejamos ya el paisaje áspero; pero hablamos de otra aspereza: la resaca. El alcohol y los bares, como se decía, impregnan su obra (en Prado negro leemos el poema Aguardiente Arenas). Por Gabinete Caligari sabíamos que los bares son lugares gratos para conversar. Aparte, ahora sabemos que "los bares son el lugar perfecto para la verdadera soledad. Soy un escritor de bares. Las mejores ideas las he concebido allí". Y añade: "Nací en 1966 y soy de una generación alcohólica. Hemos bebido mucho más que los jóvenes del botellón. Crecimos en bodegas de vinos y bebíamos con 13 años tinto con Casera en la mesa".

En la selecta nevería de la vida ha catado el vino, la cerveza, el "horrible cubata de Larios con Coca-Cola". Luego vino el gintónic. "Pero desde los 24 años me acompaña el aguardiente. Lo descubrí en Alosno". Confiesa que el alcohol tiene que ver con cierta idiosincrasia vital. Ahora bebe con mayor moderación. La salud se resiente. La mala prensa literaria que tiene el deporte lo salva y lo repara de tanto buche. "Soy un dominguero del gimnasio por las ropas inadecuadas que llevo. Hacer bicicleta me da satisfacción y, además, me hace admirar el paisaje".

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