Marta Barrio | Escritora

"Si el momento más feliz de tu vida es tu embarazo, vaya vida de mierda"

  • La autora publica 'Leña menuda', la novela que le valió el Premio Tusquets, una durísima historia sobre una gestación interrumpida y el proceso de duelo y superación del trauma

Marta Barrio (New Haven, Estados Unidos, 1986), durante su visita a Sevilla, momentos antes de la entrevista.

Marta Barrio (New Haven, Estados Unidos, 1986), durante su visita a Sevilla, momentos antes de la entrevista. / Juan Carlos Muñoz

"Este relato que yo empecé como un cuaderno de bitácora de la gestación se ha convertido, a mi pesar, en otra cosa: un libro de duelo, testimonio de la interrupción de un embarazo", escribe la voz que narra, en una primera persona que invita a una cercanía cruda y dolorosa. Con este libro incómodo y de una extraña serenidad en sus fugas oníricas, narrado con una ternura que realza aún más si cabe su naturaleza desgarradora, ganó Marta Barrio el pasado septiembre el Premio Tusquets de Novela. "Fue valiente por parte del jurado y la editorial. Premiar este relato es asumir que parte del público no la va a leer", dice Barrio. Y no le falta razón, porque en el corazón de esta pesadilla amniótica hay una gravísima malformación genética, un bebé-"monstruo" que se descubre mucho después del límite legal permitido en España para abortar; y hay una joven que decide que pese a todo va a abortar. Leña menuda es a la vez una historial real –le sucedió a una amiga de la autora– y una fábula sobre la esperanza (pese a todo) y los bordes sangrantes del tabú.

–¿Por qué decidió que tenía que contar esta historia?

–Había leído muy pocas novelas en las que la mirada protagonista fuera de una mujer embarazada, y me parecía un territorio muy rico. Hay ombligos más interesantes que otros y el de una embarazada lo es especialmente, porque supone una mirada al interior, donde hay miedos, incertidumbres, ilusión..., pero también hacia el futuro y hacia el exterior.

–Me ha aliviado confirmar antes de esta entrevista que los hechos narrados, tan dolorosos que suscitan pudor, no le sucedieron a usted. ¿Por qué eligió narrarlos en primera persona?

–Me interesaba que el relato no se quedara en el mero testimonio, ahora que hay tanta autoficción. Es verdad que parte de un testimonio; uno, además, lo suficientemente feroz como para que perfectamente hubiera podido sostener por sí mismo la narración. Pero yo quería también que fuera una estructura muy digresiva para reflejar mejor la travesía del pensamiento de la mujer. Tengo una amiga que pasó sus dos embarazos en la cama, porque eran de riesgo, y me dijo "me he leído tu libro de un tirón, nombra justo todo aquello que me pasaba por la cabeza". Ha sido la mejor de las reseñas que podía imaginar para este libro.

–¿Cree que se ha producido un retroceso social y político en cuestiones como el aborto?

–Los casos de Polonia y de Texas son muy claros, ¿no? Hace poco se hizo viral una foto de una anciana que participaba en una manifestación a favor de ese derecho y llevaba una pancarta que decía: "No me puedo creer que sigamos protestando por esto". En efecto, deberíamos estar a otras cosas, es un derecho que no debería, a estas alturas, estar sometido a discusión. Nosotras somos las que cuidamos y sostenemos la estructura familiar, en estos últimos tiempos, con la pandemia, se ha visto tal vez más claramente incluso. Y nosotras deberíamos decidir si queremos parir o podemos parir, porque también hay una cuestión económica que no se puede soslayar, y nuestro país no es que destaque precisamente por su ayuda a las familias que tienen personas con necesidades especiales a su cargo.

–Usted es madre. ¿Escribir esta novela ha removido algún miedo, le ha servido para iluminar algún rincón de su experiencia como tal?

–Yo viví mi embarazo con mucho miedo, tuve algún susto. Además tuve diabetes y contracciones todas las tardes... En fin, estaba muy hecha polvo. Y la gente no hacía más que decirme "disfrútalo". ¡Pero cómo se podía disfrutar eso! Esa idea de la Embarazada Feliz me toca bastante las narices. A mí el embarazo, y el parto no digamos, no me parecen una experiencia amable. Hay quien dice que es el momento más feliz de su vida, y yo ante esas personas sólo puedo pensar que están locas o que han tenido una vida de mierda. Lo que tengo muy claro es que, si ya viví mi primera vez con bastante miedo, ahora pensar en un embarazo me daría más miedo aún, porque soy mucho más consciente de todas las cosas que eventualmente pueden torcerse durante el mismo. En ese aspecto, la novela ha tenido para mí algo de catarsis.

La escritora Marta Barrio. La escritora Marta Barrio.

La escritora Marta Barrio. / Juan Carlos Muñoz

–¿Hay algún temor acerca de la maternidad que considere particularmente generacional?

–Quizás ahora tenemos expectativas demasiado altas. Pretender pasar tiempo con los hijos mientras horneas bizchochos artesanales y a la vez ser plenamente exitosos en todos los demás ámbitos de la vida, eso es sencillamente una falacia. Es imposible.

–¿Que la maternidad (y la paternidad) sea, en la vida real, lejos de los bellos discursos institucionales sobre la natalidad, una tortuosa carrera de obstáculos, es un fracaso de la sociedad?

–Como sociedad no hemos sido capaces de darle un espacio a la vida. ¿Diría usted que eso es un fracaso? Absolutamente. Siempre me pregunto por qué somos tan pringados en comparación con otros países europeos en este sentido. ¿Por qué tenemos que trabajar tantísimo y cobrar tan poco y tener estos horarios de mierda? Hay políticas que se pueden hacer para cambiar esto, claro, otra cosa es que no se quieran hacer. Por ejemplo, para mí los permisos de paternidad deberían ser obligatorios y no optativos, porque en el momento en que son optativos puede existir una presión, y la existe de hecho en muchas empresas, para que el hombre no lo coja.

–La militancia política cercana a Podemos aparece en la novela de modo directo, a través de esa prima eurodiputada en Bruselas que participó en aquella mediática protesta en la capilla de la Complutense, pero está presente también de fondo en muchos momentos. Dice la narradora que "la transgresión sólo es aceptada si expresa odio de clase". ¿Comparte con su personaje esta conclusión?

–Es palmario que muchas activistas y políticas han escondido la clase social a la que pertenecían sus padres para que no se les tildaran de burguesitas enfadadas o aburridas. Y bueno, ¿qué pasa entonces? ¿Que mi protesta sólo es legítima si estoy al borde de la mendicidad? ¿Que no se puede tener una determinada visión de los asuntos públicos si no eres pobre de solemnidad? En el caso de las mujeres esto adopta demasiadas veces una perspectiva muy estética, digamos: si no llevas la cabeza rapada, pongamos, no eres una verdadera radical. Y lo radical no es ningún gesto, ningún atuendo, lo radical es el pensamiento, las decisiones que uno tome, lo consecuente que sea cada cual.

–¿Qué piensa del papel que han jugado proyectos políticos, como el de Podemos, que nacieron como gran promesa de transformación y han acabado, diría uno, siendo una decepción incluso para su potencial electorado?

–Tampoco ha tenido tantas oportunidades, porque vino el Covid y una crisis así se hubiera cargado a cualquiera que hubiera estado en el poder. Creo que Podemos, en ese sentido, ha tenido muy mala suerte con las circunstancias históricas, así que me parece un poco injusto juzgarlos tan severamente. No sé en qué quedará Podemos, el tiempo dirá, pero abrir el debate político a nuevas voces y nuevas reivindicaciones que nadie había puesto sobre la mesa era necesario y eso no puede decirse que no lo hayan hecho.

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